miércoles, 23 de abril de 2014

¡Yo no nací para ser mamá!

¿Alguna vez has pensado que no naciste para ser mamá? ¿Te ha pasado por la mente en uno de esos momentos de desesperación, que por cierto vivimos todas?
No estás sola: yo lo he vivido y conozco el testimonio de muchas mamás que como tú y como yo, lo han sentido.
Cuando esto sucede, valdría la pena que te preguntaras, qué es lo que está causando este pensamiento que llega a tu mente y corazón.
A veces sentimos que no podemos más, que estamos demasiado agotadas, que esto de la maternidad quizá no era para nosotras, que nos equivocamos de vocación, que igual hubiera sido mejor irnos de monjas... Y vemos a nuestros retoños, y llegan esos sentimientos al parecer tan distantes: ese cansancio, ese enojo ante tanta travesura, esa desesperación ante una casa eternamente desordenada, esa rabia ante los berrinches, esa fatiga ante las desveladas. Pero también esa ternura cuando los vemos, ese inmenso cariño cuando nos abrazan y besan, esa admiración nunca antes vista ante sus primeros logros, ese amor que jamás habíamos experimentado y que se desborda.
Cuando lleguen los pensamientos de desesperanza, valdría la pena que te preguntaras qué es lo que los está causando. En definitiva no son tus hijos ni es la maternidad, porque en tus momentos de paz sabes que amas ambas cosas.
Quizá sea ese trabajo que tienes que hacer por ganar un poco más de dinero y que no te gusta hacer. Quizá sean esas deudas interminables que te quitan el sueño; quizá sea ese afán necio de querer bajar de peso y verte como las modelos de las revistas, ese verte al espejo y no aceptarte como eres y no gustarte como eres. Quizá sea esa auto exigencia de querer hacerlo todo perfecto, ese afán de querer tener la casa brillante y rechinando de limpia. Quizá sea esa necesidad de querer agradar a los demás y "demostrar" que eres la mejor mamá, la que viene en los manuales y en las revistas. Quizá esa necesidad desmedida y maligna de querer tener y poseer más bienes materiales, ir a los mejores y costosos viajes, tener la casa y los autos más deslumbrantes. Esa creencia que te has inventado de que solo lo más caro es lo mejor. (Ojo, no digo que viajar y tener cosas materiales costosas sea malo, lo malo es el apego y el descuidar lo verdaderamente valioso por el afán de lo material)
Descansa ya de tanta locura, pon límites, deja de hacer eso que no te gusta y que haces sólo por aparentar, por verte bien ante este mundo tan superficial.
Haz lo que tienes qué hacer; si quieres trabajar y ganar dinero, hazlo porque te gusta, porque te hace plena y cuida de mantener un ambiente de amor alrededor de tus hijos. He comprobado que el mundo también necesita de esas mamás que se desempeñan en el ámbito profesional. Hazlo con amor y por amor a ti y tu familia y no al dinero y posesiones, y quédate tranquila y sin culpas, pues segura estoy que estás dando lo mejor de ti a tus hijos y estás haciendo un quíntuple esfuerzo.
Si decides estar en casa al cien por ciento, vívelo plenamente y sin frustración, VALÓRATE. Agradece la oportunidad que tienes de estar con más detalle al cuidado de tu familia, tente paciencia si los logros profesionales se ven lejos, créeme que esos logros algún día llegarán y te tomarán con más experiencia en la vida, con otro tipo de talentos desarrollados. Y sobre todo, sigue actualizándote, leyendo, cultivándote; el hecho de ser ama de casa no te da derecho a no seguir desarrollando tu mente y tu espíritu.
Mamás todas: Disfrutemos lo que en el fondo de nuestro corazón SABEMOS QUE AMAMOS. Disfrutemos nuestra maternidad pues en sí misma es un don, un regalo de Dios y nos da un valor incalculable. 

La buena noticia es que... ¿Sabes? Eres mamá y NACISTE PARA SERLO... Tienes todas las herramientas para lograrlo, eres una EXCELENTE MAMÁ.