lunes, 2 de diciembre de 2013

¡Pido tregua! Con hijas enfermas... y agotada

Hace días comenzamos un calvario de enfermedades con mis hijas. Entre que padecen alergia estacional, al cambio de temperatura, al polvo, ácaros y no sé qué tanta cosa (al igual que yo) y entre que en esta ciudad la semana pasada estuvimos con un frío intenso y esta semana estamos con clima de playa... pues peor nos ha ido.

La verdad es algo muy duro. Quizá alguien pueda decir: "pero bueno, no es tan grave, hay enfermedades peores en los niños". Y ciertamente, así es. Sin embargo, soy de las que piensa que para cada quien, su dolor, sea chiquito o grandote, es SU DOLOR y eso lo hace importante, ni mayo ni menor que el de los demás.

Se complicó todo este tema de las alergias con un cuadro viral, muchos andamos enfermos y vamos contagiando; más ellas que están en la escuelita y ahí también, por más que se tomen medidas preventivas, se contagian.

Mi Yeyilla (1 año y medio) comenzó con el famoso CRUP, conocido también como la tos de foca. Es terrible ver a una personita tan pequeñita e indefensa, que todavía no se puede expresar del todo bien, tosiendo con la garganta cerrada y apenas pudiendo respirar. De ahí le siguieron mocos verdes, tos, fiebres, estornudos, etc, etc. Luego se contagió la Pollina (3 años y medio). Ella no padeció el CRUP, pero sí muchísima tos, de esa que da entre las 11 y 3 am y que los molesta durante esas terribles horas. La pobre estaba ya tan enojada, que se jalaba sus cabellos porque no dejaba de toser.

¿Y nosotros? pues entre tempra, cataflán, antibiótico, vacunas, evastel, montelukast, nebulizaciones con combivent y con pulmicort... entre tés de tomillo, manzanilla, miel con limón, pomadas de eucalipto y hasta cebolla.

Todo, sobre todo, en la madrugada.

Estoy exahusta, parece que todo esto se junta cuando más trabajo tiene uno. Duele tanto ver a un hijo enfermo, con ojeras, llorando, desganado, eso parte el corazón y sobre todo saber que estás intentando todo lo que está en tus manos, que no duermes de la preocupación, que cada tos es como un taladro en el corazón ...

Les confieso que incluso he llegado a preguntarme si estoy haciendo algo mal. No sé si les ha pasado a ustedes, ¿se han preguntado ésto? Ayer hasta lloré ya del cansancio y desesperación; sin embargo, en momentos de más calma siempre recapacito y me digo: "claro que estoy haciendo todo lo mejor que puedo, están atendidas por un doctor excelente, trato de alimentarlas lo mejor posible, trato de cuidarlas de los factores del ambiente sin sobreprotegerlas y sobre todo, siempre les doy tiempo, cariño, abrazos, les digo que las amo a cada instante".

Me imagino que son etapas, pero cómo duelen. Duelen porque implica un desgaste muy grande principalmente del corazón, pero por qué no decirlo: también se desgasta el cuerpo y también el bolsillo. Todo eso preocupa, todo eso nos afecta como papás ¿verdad que sí?

Y si a ésto le agrego que ayer Pollina, me dice en la noche, con su carita de enferma y con lágrimas en los ojos: "mamá, no quiero ir mañana a la escuela"... ufff, partió mi corazón y pensé que justo hoy NO podía faltar a la escuelita, ¡usto hoy no que tenía tanto trabajo urgente por entregar!. De esas veces que dices "Dios mío, qué hago, mi esposo también trabaja, cómo le hago".

Gracias a Dios mi esposo pudo faltar a trabajar en la mañana y cuidarlas mientras yo escapé a un café a trabajar lo más que pude... no terminé y en la tarde no pude: niñas con fiebre, con sangre de la nariz, mocos... en fin.

Aquí estoy y esta noche quizá no duerma tampoco, como las anteriores pero ahora trabajando. Me duele mucho mi espalda, también me siento agripada... Entonces me voy a seguirle, sólo hice esta pausa para desahogarme.

Ojala tú también puedas darte tus pausas para desahogarte de todo lo que vives, mamá primeriza... estamos juntas en ésto y desde acá, desde este lugar del mundo, sabes que hay alguien que está viviendo muchas cosas parecidas a las que tú vives.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Ahora soy mamá... ¿en qué momento me perdí? (si alguien me encuentra por favor, avíseme dónde)



Lo confieso... me ha pasado. Por mi mente a menudo rondan estos pensamientos "¿dónde estoy, quién soy ahora, para qué estoy aquí, qué sigue ahora con mi vida?".

Y sí, es que tengo apenas 4 años y medio de casada, dos hijas y muchas veces me veo al espejo y me hago dos preguntas ¿"dónde se quedó aquella que yo era? ¿acaso volveré a recuperar a la mujer que habitaba en mí?".

Y es que ¿quién era yo? Yo era aquella que llegó a hacer hasta tres horas de ejercicio diario, aquella que gastaba en un buen corte de cabello y un buen tinte o cambio de look. La que podía traer un día el cabello con mechas, el otro día rojo y alguna vez hasta con las puntas rosas.

Yo era aquella que fui creciendo profesionalmente, empezando desde cero hasta llegar a avanzar más lejos, aquella con una inmensa seguridad en su desempeño laboral, agerrida hasta los huesos y que dejaba el alma en el trabajo.

Yo era aquella que se desvelaba entre semana para irse de fiesta con las amigas, o que trasnochaba platicando con las roomies sobre todas nuestras decepciones amorosas, fumando un cigarrito y con una buena copa de vino.

Yo era aquella que los sábados podía levantarme hasta las 12 del día sin ninguna culpa, ponerme un pants e irme agusto, sin preocupación alguna a un café a La Condesa a leer mi libro favorito... con calma.

Yo era aquella que estudiaba, que se preparaba, que entró a la Maestría, a los Diplomados, a los cursos, deseosa de aprender todo aquello que pudiera hacerme crecer en mi carrera, que me hiciera más competitiva a los ojos del mundo laboral.

Yo era aquella que se desvivía en las causas sociales, que podía bien perder un fin de semana con la familia, o hasta unas vacaciones con mis padres y hermana, por perseguir mis ideales, por ir de misiones a lugares necesitados, por participar y ayudar persiguiendo el bien común.

Yo era aquella que podía comer lechuga y pollo todo el día, aunque mis manos se pusieran amarillas con tal de verme esbelta; que me traumaba si por error comía una galleta o algo considerado chatarra.

Yo era aquella que podía comprar la ropa que quisiera, gastar en mi vicio favorito: los perfumes, ir de viaje por el mundo, conocer otros lugares, agarrar la mochila sin temor a la aventura, endeudarme hasta las chanclas al fin que luego podría quedar en ceros.

Yo era aquella...

Lo confieso... a veces me siento perdida. Llegó el amor de mi vida, me casé, llegaron mis otros dos amores (mis hijas) y todo ha sido tan rápido y tan intenso, que a veces me siento perdida. ¿Dónde quedó esa que era yo?

Ahora soy esa que igual se desvela pero ahora bajando la temperatura de mis hijas, sanando sus enfermedades, lavando ropa, haciendo dobladillos o, como es ahora, escribiendo porque no hubo momento en el día para hacerlo.

Soy esa que ya no va al corte de cabello cada mes, ni mucho menos a que me entinten el cabello, soy esa que compra el tinte de cajita y quizá cada 6 meses o cada año vaya al salón. Soy esa que se hace auto-manicura y auto-pedicura.

Soy esa que para poder leer ya no se va a un café, lo hago en la sala de espera de algún lugar, cuando puedo o me desvelo para hacerlo... cuando me quedan ganas. Soy esa que de repente hace ejercicio y de repente no, soy esa que trata de comer saludable y a veces no, soy esa que hace mucho no va a un café con la calma de antes y sin prisas por hacer la comida, por realizar el trabajo, por ir por las niñas.

Soy esa que se sigue preparando, pero ahora en temas sobre educación de los hijos, soy esa que sigue avanzando profesionalmente pero ahora a una velocidad diez veces menor a la que estaba acostumbrada. Soy esa que gana menos dinero, pero que le alcanza más por arte de magia.

Soy mamá y me siento perdida a veces ¿dónde quedó la que yo era? ¿sigue aquí? ¿algún día voy a volver a ser esa? Son preguntas que me hago y que escucho de más mamás que también se hacen.

Mi conclusión es que NO. Jamás voy a volver a ser la que era yo. Porque antes no sabía lo que era tener una vida por nueve meses dentro de mi cuerpo, antes no sabía del momento único de ver a tu bebé en brazos, antes no sabía de la felicidad única que se siente cuando un hijo te abraza, te da un beso, te dice TE AMO. Antes no sabía de los berriches, antes yo "veía" los berrinches y opinaba sobre cómo sería la mejor forma de calmar al niño. Ahora no sé ninguna teoría sobre cómo calmarlo, es decir, las sé todas pero en el momento cúlmen se me olvidan.

No seré la misma, porque antes era yo sola contra el mundo y por mundo quiero decir: problemas económicos, trabajo, decisiones, viajes, hasta peleas con el policía de tránsito... No seré la misma porque ahora tengo con quién compartir todo esto, tengo quién me sostiene en este camino y todos los días decidimos decirnos "sí, te amo".

Nunca seré la de antes, porque mi cuerpo ya cambió, mis miedos ahora son otros, han aflorado en mí cientos de defectos que ni yo conocía y que los descubrí hasta que tuve hijas y esposo... No seré la misma porque tengo nuevas herramientas para enfrentar la vida.

Ya nunca voy a ser la misma de antes. Y sí, lo digo con un tanto de melancolía, pero no de esa melancolía oscura, triste por lo que fue y no será. Lo digo con esa nostalgia por los buenos recuerdos y porque en verdad ahora veo que todo eso que viví valió la pena vivirlo.

Soy mamá, estoy algo desesperada y perdida y quizá tú también te sientas así... pero ¿te digo algo? Todo llega en su momento, cuando nos convertimos en mamás, no renunciamos definitivamente a nuestra esencia, simplemente no podemos. Si tú, a parte de ser mamá tienes un sueño que anhelas realizar, no lo dudes ni tantito: sólo tenlo en mente siempre y ese sueño llegará, quizá simplemente tarde un poco, pero llegará si es para tu bien. Así que a ponerlo en manos de Dios y a creer en tí misma, con mucha paciencia.

Yo me sentía perdida cuando inicié a escribir esto, pero creo que ya me encontré... ahora soy una mujer que se está re-construyendo y vengo recargada de experiencias... ¡agárrate mundo porque ahí te voy!

sábado, 23 de noviembre de 2013

Un día agotador en la vida de una mamá

Hoy fue uno de esos días difíciles en la vida familiar. Comenzamos a las 3 de la mañana, cuando a mi pequeña Yeyilla de 1 año y 6 meses le dio la llamada "tos de foca", ocasionada por el virus CRUP. Lo digo con tanto conocimiento de causa, porque van varias veces que le sucede ésto. 

Gracias a Dios ya sabíamos qué hacer. Cataflán y nebulizaciones, aunque a esa hora ninguna farmacia hace envíos así que mi esposo salió a comprar el medicamento, por cierto algo caro, para poder nebulizar a Yeyilla. Mi pobre pequeña no podía respirar ni dormir, pero me impactó que a pesar de eso, tenía buen humor y hasta jugueteaba conmigo a esa hora de la madrugada... 

Justo las cosas pasan cuando más cansada te sientes, cuando más sueño tienes, pero ni hablar... No sé de dónde salen las fuerzas a esa hora de la madrugada para atender a los hijos, salir con el intenso frío a comprar la medicina y vencer el sueño y agotamiento para que ellos estén bien.

Así transcurrió el día siguiente; con el frío que se está sintiendo en Monterrey, la verdad ni ganas de salir y estar todo el día en pijama... desvelados por lo que arriba conté, pero ni hablar. Ustedes ya saben cómo es ésto. En sábado lidiar entre hacer la comida, arreglar un poco la casa, jugar con las pequeñas, jugar con las pequeñas, jugar con las pequeñas... A veces, aunque me desespera el desorden y soy un tanto controladora y quisiera que mi casa estuviera siempre "rechinando de limpia"; me he convencido que vale más estar con mis hijas, jugando, platicando y dejar un poco que el mundo gire, que la casa esté volteada patas para arriba. Luego habrá tiempo de ordenarla.

A mi esposo le ganaron las prisas y no sé de dónde sacó la inspiración y comenzó a poner desde ahora todos los adornos navideños. Raro para nosotros que siempre poníamos todo casi una semana antes de Navidad, raro se siente ver tan pronto esos arreglos, aunque aún nos falta el más importante: El nacimiento.

Entre esferas rotas, niñas agarrando el arbolito y las luces, bailando y cantando con las luces musicales mil veces -a petición de Pollina- la de  "Navidad, Navidad, hoy es Navidad, es un día de alegría y felicidad ¡Hey!" se nos fue la tarde. 

Luego vino la hora de salir un poquito, a que nos diera el aire. Pollina hizo mega berrinche. Mi niña es, a sus 3 años y medio, muy "fashion", por así decirlo (no sé de dónde lo sacó, porque de mí ¡No!). Bueno, pues el berrinche fue porque se quería poner una playera de Minnie que ya no le queda, y luego porque NO LE GUSTAN LOS PANTALONES, y luego porque los calcetines no eran los de Kitty y luego porque no quería los zapatos que le había puesto. Cabe señalar que sus zzapatillas favoritas son muy delicadas, pero ya casi tienen hoyos de tanto que las usa.

Wowww, uuufffff y más ufffffffffffffffffffff. El berrinche se prolongó más de lo esperado, casi hicimos lucha libre Pollina, su papá y yo... gritamos todos, pataleamos todos, contamos no hasta 10 sino hasta 500 y varias veces... todo porque Pollina no quería usar pantalones y quería la playera de Minnie, que por cierto traía puesta Yeyilla. Mientras tanto, Yeyilla, como atizando el fuego y echando sal a la herida decía con sus medias palabras señalando la playera: "e mía, e míaaa", lo cual encendía más la cólera de su hermana.

En fin, en medio del berrinche puse en práctica todas las técnicas habidas y por haber  para controlar berrinches que he leído o me han enseñado en cursos, e invocaba a todos los maestros y expertos en familia que vinieran en nuestro auxilio porque ninguna técnica estaba funcionando y yo también comenzaba a hacer berrinche ya...

Por fin los ánimos se calmaron cuando Pollina entendió que su ropa ya no le quedaba y se la estaba dando a su hermana y que a ella, en cambio, se le estaba comprando ropa nueva y a su hermanita no. Este fue el santo remedio.

Después de todo, por fin salimos un rato y al regresar el día concluyó con un cuento y la nebulización de Yeyilla, en medio también de la catástrofe: En plena nebulización Yeyilla vomitó a sus anchas, luego entonces, una ampolleta de la medicina cara desperdiciada. Vamos por la segunda después de hacer limpieza y cambiarnos ambas de ropa. Estoy preparando el segundo intento con la "che" medicina cara y de pronto la tiro... veo como toda la ampolleta cae al suelo y se derrama... terror total. Abro la tercera ampolleta de la "che" medicina cara y, ahora sí, se logró el objetivo.

Ahora los tres duermen y oigo que mi Yeyilla tose un poco, lo cual me angustia, no descanso sabiendo que ella está incómoda.

El día ha finalizado y en verdad doy gracias a Dios por todo lo que aprendimos hoy, sobre todo a ser muy pacientes, a pedir perdón. Gracias por la fortaleza que nos sigue dando para enfrentar todos estos retos cotidianos a los que nos enfrentamos como papás y que nunca nos imaginamos.

Hubo muchos momentos en el día en los que quise llorar del agotamiento, de la desesperación, del no saber cómo se le hace a esto de la maternidad y de los hijos. Pero bueno, un día más superado con la satisfacción de estar haciendo todo con todo mi amor y lo mejor que puedo.

De verdad ahora entiendo que mis hijas son mis grandes maestras, con ellas estoy aprendiendo a vivir tantas virtudes, a dominar tantos defectos, hacen que afloren en mí tantos sentimientos, emociones y actitudes desconocidas aún por mí. No cabe duda que esto de ser padres, es toda una escuela para la vida.

martes, 12 de noviembre de 2013

Lo bueno que se da, regresa

Hay momentos en la vida en que a uno no le va tan bien, que los problemas, retos y hasta carencias materiales y/o espirituales se hacen presentes. Sin embargo, estoy convencida que aún en esos momentos es importante no perder de vista apoyar a quien puedas hacerlo.

Y es que cuando uno comparte y apoya a otros, siempre la vida lo regresa de alguna manera en el momento oportuno.

 ¿Pero cómo apoyar a los demás si estoy pasando por dificultades, si no tengo dinero, si estoy saturada de trabajo, si necesito más bien la ayuda de otros? Piénsalo bien, siempre hay la forma de colaborar con los demás: desde prestar dinero, dar empleo, recomendar a la persona, compartir sus cualidades con los demás, hasta simplemente escuchar, dar una sonrisa, abrazar, consolar.

Y es curioso, no es que uno dé por la conveniencia de recibir, no va por ahí; más bien es al revés, cuando tu compartes, das, apoyas, entonces Dios te da el ciento por uno en forma no necesariamente material, a veces el ciento por uno son nuevas oportunidades, nuevos amigos, nuevos retos o hasta una manera diferente de ver la vida.

Creo que esto lo aprendí de mi mamá. Yo veía cómo ella, a pesar de vivir muchas veces dificultades económicas muy fuertes, si alguien tocaba su puerta pidiendo algo para comer, ella siempre tenía algo que compartirle. Y ahora que lo pienso, mi papá es igual, aún en medio de las carencias, él siempre tiene una moneda para el señor que empaca las cosas del súper, para el señor que en el estacionamiento del centro comercial se gana la vida “silbando”. Y sí… la vida a mis padres nunca los ha dejado desamparados. Yo quiero también dejar este legado a mis hijas.

Quienes me conocen sabrán que me gusta ayudar, me gusta compartir lo que los demás hacen, si alguien me cuenta un problema, inmediatamente me pongo a pensar la forma en que puedo apoyarle, no tanto desde la creencia de que esa persona no puede, sino al contrario, más bien con la convicción (como buena psicoterapeuta humanista) de que, al estar yo fuera de esa persona, puedo ver opciones distintas que le pueden apoyar en su crecimiento, si ella decide que las quiere tomar.

Sí, en mi vida soy testigo de que el bien que das regresa, porque desde que tengo memoria, Dios ha puesto en mi vida muchos ángeles guardianes. Ellos saben quiénes son, de hecho son MUCHOS y lo saben porque también siempre he sido agradecida y me siento clara y tranquila de que siempre se los he reconocido. Y también creo que he sido un ángel para otras personas y lo seguiré siendo simplemente porque… ¡no lo puedo evitar!

Mamás… quienes trabajan desde su hogar, quienes lo hacen remuneradamente, quienes lo combinan, todas: Tenemos que apoyarnos, abrirnos las puertas las unas a las otras porque todavía es un reto para la mujer soltera o para la mujer mamá, ser reconocida y encontrar opciones que le permitan armonizar su vida laboral y familiar. Todas debemos empujar esto.

Amigos, hay que seguir con esta cadena de favores, en la que todos ganamos, en la que no hay competencias, ni envidias, ni mejores, ni peores, simplemente personas que tenemos caminos únicos e irrepetibles, tiempos perfectos de Dios. Compartamos, apoyemos a nuestro esposo, hijos, hermanos, padres, amigos, conocidos, la recompensa viene en el simple hecho de hacerlo.



jueves, 24 de octubre de 2013

Las mamás somos casi doctoras... y ellos nuestros mejores aliados

A propósito del día del médico, que fue ayer:

Cuando era soltera y no era mamá, no sabía que el Tempra es lo mismo que el Paracetamol y que el Advil es el Ibuprofeno; tampoco que el Cataflan es el Dicoflenaco y que el Claritine es la Loratadina.
No tenía ni idea de nada más allá que las cafiaspirinas.

Ahora, 4 años después y con dos hijas de 1 y 3 años... PREGÚNTENME para qué son y hasta cuál es la dosis para cada una, en qué casos se deben de tomar y hasta cuánto cuestan... Yo sé qué es el combivent, el evastel, la amoxilina, el suero fisiológico, el flumil, el rinelon, en montelukast, el famosisimo ESPAVEN, el mucolin, el uniclar...

No cabe duda que cuando eres mamá, te vas volviendo un poco doctora, un poco enfermera, paramédico...

Pero sin duda, en esta etapa de mi vida valoro más el trabajo de los médicos, desde el ginecólogo, la enfermera partera, el anestesiólogo, la enfermera normal y el tan adorado pediatra... bueno, a todos los médicos.

¿Qué haríamos los papás sin ellos? Cómo agradecerles que nos saquen de la angustia la primera noche que llega el primer bebé a casa y no para de llorar. No sabe uno lo que tiene y la llamada a las 4 am al pediatra es inevitable: "¡¡doctor, no deja de llorar!!!" y el pobre doctor adormilado contesta: "sólo tiene que darle de comer señora, lo único que tiene es hambre"... ¡¡plop!!

Y todo lo demás que hacen por nosotros, desde las cosas más sencillas, hasta las más complicadas... la verdad, junto con los maestros son nuestros mejores aliados.

Tarde pero seguro, felicidades a todos los doctores y a todas las mamás, que somos doctoras del cuerpo y del alma de nuestra familia.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Ser mamá... sí que duele

Cuando tuve a mi primera hija (Pau, que ahora tiene 3 años y medio), escuché, como todas las mamás primerizas, miles de consejos, tips, historias, recomendaciones; sin embargo hubo una frase que me dijo una gran amiga y que llegó al fondo de mi corazón: Liz, tener a un bebé recién nacido es "terriblemente hermoso".

Si me hubiera dicho esto antes de que naciera mi hija, probablemente yo hubiera pensado: "qué mala onda ¿cómo puede ser terrible tener a tu primer hijo entre tus brazos, ese pequeño o pequeña tan esperado y que tanto has soñado?" Claro, me lo dijo justo en la primera semana de nacida de mi hija y lo primero que vino a mi mente es: "TIENE TODA LA RAZÓN".

Y es que ser mamá, sí que duele y todas las que ya hemos pasado por esta maravillosa, pero cansada tarea, podemos sentirnos identificadas. No es mi afán asustar a nadie que no haya tenido hijos, ni mucho menos espantarte a tí, que estás a punto de convertirte en mamá... Es más bien mi afán el que tú, que estás en estos primeros días, primeros meses, te sientas comprendida, entendida y que sepas que no estás sola, contigo están miles de historias parecidas a la tuya. Yo soy una de ellas.

Sí, ser mamá, sí que duele...

Duele desde que el bebé está en el vientre, ya sea por las náuseas, mareos, vómitos, luego el cansancio, la hinchazón de las piernas, en el mejor de los casos y en el peor de los casos por algunas otras complicaciones que quizá pudieras haber padecido. Duele cuando el bebé está por nacer, duelen las contracciones que cada vez son más intensas y más seguidas, duele pujar, duele que enfermeras y doctores hagan sus respectivas inspecciones dentro de tí, duele la epidural, duele la episiotomía.

Duele tener que tomar la decisión, por recomendación médica de no poder tener tu parto en agua, o sin anestesia, o sin oxcitocina; duele que tu bebé llegue antes de lo previsto, duele aceptar que tu parto no podrá ser natural sino cesárea. Duele renunciar a la idea que tú tenias.

Duele la herida de la cesárea, duelen los pezones cuando el bebé está succionando a todo lo que da, duele el golpe de leche, duelen los entuertos.

Duele también el corazón, tener a tu pequeño y saberlo todo y a la vez no saberlo nada. La confusión sobre la lactancia, duele pensar que no te sale tanta leche a pesar de que te la pasas pegada a tu hijo, a pesar de que tomas agua como degenerda, té de hinojo, levadura de cerveza y todas las técnicas posibles. Duele pensar que tendrás que darle un poco de fórmula si es que el bebé no subió de peso y el pediatra lo recomienda.

Duele que tu mamá te diga cómo hacerle, pero a la vez tu amiga te diga lo contrario, que el libro dice otra cosa, que la página de internet diga otra; duele la confusión porque en esos momentos tus emociones están desbordadas y el bebé no nació con manual al lado y tú no sabes qué hacer y tu vida ha cambiado radicalmente de un día para otro.

Pero también les duele a quienes les sale demasiada leche, duele bañarse y ver cómo la leche se escurre, desespera no poder salir un ratito a la calle porque ya tu blusa se ha mojado de leche.

Duelen las desveladas, la incertidumbre, el no poder bañarte con eterna calma como antes, el esuchar el llanto del bebé en la madrugada y no saber si tiene hambre o cólico o quién sabe qué...

Y duelen las emociones encontradas, por un lado sentirte inmensamente feliz por este pequeño que está frente a tí, sentir tu corazón desbordado de amor, ese amor que nunca habías experimentado y que es incondicional, pero por otro lado duele sentir la culpa por desesperarte, por pensar "Dios mío ¿qué es esto? en qué me metí", por sentir incluso que no eres buena mamá. Duele llegar a pensar o a confesar que ésto no está tan maravilloso como se veía en las películas...

Y ¿sabes qué? todo eso es normal; todo eso lo hemos vivido todas, unas con mayor intensidad, otras con menor intensidad. Unas con más apoyo de otras personas y otras con menos apoyo y valiéndonos casi por completo de nosotras mismas. Unas en circunstancias más protegidas, otras en circunsancias adversas.

Duele, pero es un dolor diferente, es un dolor de amor y no hay manera de explicar cómo, a pesar de todo lo terrible que describo arriba, sigue siendo hermoso. No hay manera de explicar de dónde saca uno las fuerzas y la sabiduría para darle lo mejor a nuestros pequeños, para tomar las decisiones que tengamos que tomar pensando siempre en el bienestar de nuestro hijo. No hay manera de explicar cómo sales adelante a pesar del inmenso desgaste físico y emocional que puedes llegar a tener.

Llora, desahógate, habla de tus sentimientos, no los niegues. Es una experiencia única y verdaderamente impactante; no tienes necesariamente que estar feliz todo el tiempo como mamá y bebé de revista, eso no existe. Existen más bien mujeres de carne y hueso capaces de albergar en su corazón sentimientos tan intensos como la alegría, la plenitud, la angustia ante la nueva experiencia, la tristeza, el hartazgo, el cansancio y eso no te hace querer menos a tu hijo, al contrario, te hace más humana. Eso tampoco hace a la maternidad algo indeseable, al contrario, le otorga un valor más grande por todo el crecimiento que tanto la mamá como el papá están alcanzando; un crecimiento que no otorga ni enseña ninguna Universidad.

Y si pensaste que jamás volverías a tener otro hijo o quizá en 20 años, puede ser que así suceda, aunque lo más probable es que pronto te veas de nuevo, por segunda o tercera vez más envuelta, en esta terriblemente hermosa experiencia... si no es que más.




miércoles, 31 de julio de 2013

El trabajo y la familia… ¿aliados o enemigos?

Trabajo y familia, dos temas que resultan tan cotidianos y en los cuales estamos inmersos día con día, pero que pocas veces nos ponemos a reflexionar sobre el dilema que causan a millones de personas diariamente.

Hoy por hoy, tanto hombres como mujeres se enfrentan al reto de cumplir exitosamente con las exigencias de su trabajo profesional, pero también de cumplir cabalmente con su papel de padres o madres de familia.

La cultura laboral en nuestro país, todavía favorece esquemas en los cuales pareciera que los ámbitos profesional y familiar van por caminos distintos, lo cual coloca al trabajador en situaciones de desgaste físico y emocional. A parte de este desgaste, uno de los dos ámbitos es descuidado por la persona: si quiere dar el cien por ciento en su trabajo, descuida su familia y si quiere dar el cien por ciento en su familia, descuida su trabajo.

Todo esto se convierte en un círculo vicioso: tal pareciera que trabajo y familia son dos áreas completamente lejanas y que es imposible conciliarlas ya que por lo general, el trabajo exige más de nuestro tiempo y esfuerzo pues representa el lugar de donde obtenemos el sustento para poder satisfacer de las necesidades básicas a nuestra familia.

Si queremos brindar una vida de calidad a nuestros hijos, entonces tenemos que procurar proveerles de vestido, alimento, educación, salud, entretenimiento y para ello necesitamos recursos. Los recursos los obtenemos trabajando y recibiendo un pago, por tanto, no podemos darnos el lujo de perder nuestro trabajo, necesitamos cumplir fielmente con horarios y reglas escritas establecidas por la institución y muchas de las veces cumplir con las reglas “no escritas”, como quedarse hasta tarde por si algo se ofrece, realizar más actividades de las que las funciones del puesto implica para demostrar capacidad y disposición, o simplemente para conservar el empleo, entre muchas otras.

Y aquí va de por medio la familia, pues con tal de tener lo indispensable o más para satisfacer sus necesidades básicas, muchas veces el trabajador resta tiempo de convivencia con sus hijos o esposo (a) y también le resta tiempo a su cuidado personal.

Cuando trabajo y familia son enemigos, el resultado puede resultar muchas veces desastrozo. Problemas de salud personales, o de la familia, bajo rendimiento en la escuela por parte de los hijos, deterioro en la relación de pareja, estrés, neurosis y todos los problemas derivados de descuido a la familia, que bien ya conocemos.


El desafío entonces es que trabajo y familia sean aliados, y para ello resulta imprescindible que exista un balance.

Continuará...

martes, 23 de julio de 2013

Descansar: tarea obligatoria para toda mamá

Descansar: Tarea obligatoria para todas las mamás. 
Nos tomamos tiempo para atender la casa, el trabajo, a los niños cuando enferman. Nos tomamos tiempo para hacer la comida, lavar ropa, planchar, para escuchar a nuestros hijos, a nuestro esposo, para limpiar, para llevar a los hijos a su escuela y sus clases de karate o natación. Nos tomamos tiempo para hacer el mandado, pagar los servicios, las tarjetas.
Nos tomamos tiempo para muchas cosas, pero no nos tomamos tiempo para descansar.
Y andamos somnolientas, enojadas, tristes, ansiosas, desgastadas; pero pensamos que descansar no es algo permitido para nosotras, pensamos que descansar nos hace vernos flojas, desobligadas. Nuestra autoexigencia es más fuerte y queremos cumplir con todo, menos cumplir con nosotras mismas.
Si tan sólo dedicáramos unos minutos al día, 20, 30 minutos al día para buscar la manera de descansar... otra cosa sería.
La tarea obligatoria a partir de ahora, para todas las mamás es: descansar. No hay pretextos, no evadas, no pasa nada; descansar no te hace menos buena y si quieres, puedes lograrlo. 
DESCANSA Y RECÁRGATE DE ENERGÍA. 
Por tí y por los demás; esta tarea sólo depende de tí y nadie la va hacer por tí, a tí te corresponde buscarla.

lunes, 8 de julio de 2013

¿Podría una mamá algún día ocupar un gran cargo en una gran empresa?

Por mi trabajo, estoy viendo una lista de empresas. Veo nombres de personas, muchas mujeres con unos cargos muy grandes en empresas transnacionales.
Me hago historias sobre ellas, me pregunto si serán mamás, si serán solteras, si son abuelas, qué edades tendrán. Me pregunto también: ¿Será que yo, al ser mamá renuncié a ese desarrollo profesional a grandes escalas?
Hoy por hoy, soy ama de casa, madre de dos niñas y también trabajo remuneradamente pero con un trabajo que me permite conciliar mi vida laboral con lo familiar. Evidentemente un trabajo de estos que estoy viendo en la lista, implica quizá una jornada de más de 8 horas y de mucha exigencia; no me permitiría conciliar la familia con el trabajo.
Hoy por hoy, no podría o más bien, no lo eligiría. Pero pienso si en un futuro me gustaría hacerlo y me cuestiono: ¿Será que en unos años, cuando mis hijas estén más grandes, podría yo llegar a ocupar uno de estos cargos? La verdad, la respuesta más rápida que se me viene es: NO. ¿Cómo hacerlo si no estoy en esa carrerera profesional intensa desde ahora?
Y me digo a mi misma: Por el momento estoy cuidando de mis hijas, estoy invirtiendo tiempo en este momento para ellas. No sólo es cuidarlas, porque si sólo de cuidarlas, darles de comer y educarlas se tratara, cualquiera lo pudiera hacer y si así fuera, pues entonces me meto de lleno a mi desarrollo profesional y que alguien más las atienda.
Estoy invirtiendo tiempo en darles un desarrollo pleno, el cual no tiene que ver solamente con alimentarlas, vestirlas o enseñarles modales. Tiene que ver con valores más profundos que serán permanentes y que darán sus frutos no sólo en ellas sino en las siguientes generaciones, incluso en su relación con la sociedad.
Esa es mi conclusión a esta pregunta que me hice. Sé que muchas mamás se contestarán de manera diferente a la misma pregunta y es válido, cada una tenemos nuestros anhelos y circunstancias de vida muy diferentes.

jueves, 13 de junio de 2013

¿Cuándo se acaban las desveladas?

¿Qué cuándo se acaban las desveladas? Que a los 3 meses, que a los 6 meses, que al año...

Yo sólo sé que voy en los 3  y 1 años y aún vivo el desvelo y la desmañanada de vez en cuando.

Es muy cansado la verdad, a veces pasas por la negación al oir su llanto en la madrugada: "no puede ser, nooooo, quiero dormir..." te dices.  Pero sabes que el esfuerzo vale la pena por ver sanos a tus hijos, por calmarlos y consolarlos si tuvieron una pesadilla, por darles agua o lechita si por el calor no pueden dormir.

Dios nos da fuerzas, quién sabe de dónde; quizá antes hubieras pensado que todo este desgaste físico no lo podrías soportar, sin embargo, hoy aquí estás.

Vale la pena cuando en medio de las penumbras y con tu bebé a un lado en la cama porque de plano tu cansancio era mayor que estar luchando por llevarlo a su cuna, vale la pena cuando sientes sus manitas acariciar tu mejilla y decirte "mami, mami, mami"... y quizá hasta un beso y un "te quiero".

jueves, 6 de junio de 2013

Ir al supermercado con niños... toda una odisea

Hace algunos meses o años ¿quién te iba a decir que ibas a disfrutar tanto ir SOLA  al supermercado?

Antes, cuando eras soltera, ibas saliendo de tu trabajo; rápido agarrabas todo lo que se te ponía enfrente, ni en el precio te fijabas ¿verdad? Y ¿a poco no te pasaba que tristemente muchas cosas se te echaban a perder en el refrigerador? Ir al súper era casi como un requisito para tener algo que picar en las noches, era más para que no te hicieran falta los embellecedores diarios (cremas, shampoo, cosméticos) y para justificar la presencia del refrigerador en el departamento.

Ahora, cuando vas con tus hijos también vas rápido... trepas a los pequeños, uno en el asientito del carrito y al otro en donde va la mercancía porque si lo dejas caminar saldría corriendo por todo el supermercado y tú detrás de él con todo carrito y el otro chiquillo arriba.

Ahora, también agarras todo muy rápido, pero la diferencia está en que ya te sabes los precios exactos de cada cosa que compras, es más, ya tienes hasta una ruta hecha del establecimiento, sabes por cuáles pasillos comenzar y agarras casi los mismos productos cada quincena, tus básicos de siempre para agilizar el proceso.

Ahora comparas los precios si es que vas a comprar algo fuera de lo que siempre compras y sabes que los congelados se compran al final, pero que igual si se te atraviesan al principio pues ya ni modo, porque con dos o más chiquillos gritando en el establecimiento no te vas a regresar.

Y claro, te preparas con una buena dotación de papas, juguitos o alguna paleta para lograr que tus hijos aguanten un poco más (si es algo nutritivo, mejor). Y si no funciona, quizá agarres algo del mismo súper para irlos entreteniendo y claro, guardas el empaque para pagarlo al final. Típico es llegar a la caja con tus compras, tus hijos y un montón de empaques vacíos de lo consumido en el intento por hacer el mandado.

Tratas de no pasar o en su defecto pasar corriendo por el área de juguetes; es más, si de plano tienes que andar por ahí les dices a tus hijos que miren al techo a ver el elefante rosa que va volando con tal de no tener gritos diciendo “mamá cómprame ese juguetito, mamá quiero la pelota ¡mamá, mamá, mamá!

Este viaje en el supermercado ahora es toda una aventura... pasas desde los momentos de calma en los cuales piensas ilusamente "wowww, parece que esta ocasión sí se van a portar bien mis niños", hasta el "¡¡¡¡gggggrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, no vuelvo a venir sola con los niños a hacer el mandadoooooo!!!!".

Obviamente, en el inter hay varias paradas al baño, ya sea para que quien está aprendiendo a ir lo haga en el debido lugar, o para cambiar el pañal del otro más pequeño. Así que dejas en un lugar estratégico el carrito con la mercancía que te has tardado unos 30 minutos en elegir, cargas a uno de los bebés, agarras al otro de la mano y sales corriendo a los sanitarios.

También hay una etapa en este trayecto, en el que tus pequeños van felices cantando y jugando entre ellos, luego se enojan y comienzan a pelear, pegarse y hasta morderse, también hay una fase de enfado en la que quieren bajarse del carrito y tú apenas estás en la fila del jamón, todavía te falta pasar por pañales, toallitas, jabón, shampoo… Ufffffffffffffffffffff

Si alguien te estuviera observando describiría tus cara que va desde la alegría, la calma, el enojo, el regaño, la desesperación, la angustia, la distracción, la desilusión, el creer que esta vez no será posible terminar de hacer el mandado, para al final de cuentas siempre salir victoriosa, un poco deschongada pero siempre con mandado y niños arriba del carrito. Quién sabe cómo, es un misterio, pero nuevamente lo has logrado.

Si cuentas con el valioso apoyo de tu esposo para ir al mandado, mejoran un poco las cosas. Ahora, sigues haciendo el súper igual de rápido pero ya sólo lo ves a él a lo lejos correr por todo el súper tratando de calmar y entretener a los pequeños. Su cara también comienza llena de felicidad, tú te les haces la perdidiza para que te dejen comprar con calma, pero más tarde que temprano te encuentran y ya todos, papá e hijos tienen el rostro de “ya vámonos”. Claro, tú ya no terminas de hacer el súper como lo hubieras deseado.

¿Pero qué tal cuando ahora, que eres mamá, vas sola al súper? Siempre lo he dicho. Es como un oasis en el desierto, el supermercado se vuelve como la tienda de prestigio más importante; desde que entras el olor a cebolla, jitomate, ajos son aromas deliciosos que te transportan a un viaje hacia tu yo más profundo… está bien, exageré.

La música de fondo que ponen es como estar en el mejor concierto de jazz, no importa si es Belinda, OV7 o Moderato, esa música es lo más relajante que jamás habías escuchado. Pareciera que carrito del mandado y tú flotan por encima de la gente, todos los empleados te ven con una gran sonrisa y tú quisieras saludar a cada uno de ellos. ¡Son lo máximo!

¿Por qué no? Compras tu café y te das el lujo de ojear (más no comprar) esa revista de moda o quizá si eres más atrevida, la de los chismes de novela. Obvio, cuidas que si es esta última, nadie te vea.

Ves cada producto con detalle, sueñas con todo lo que vas a comprar, pones en el carrito todos los productos gourmet que vas encontrando y luego los dejas en el área de cajas antes de pagar, descubres cientos de productos nuevos y hasta te fijas en las etiquetas.

Sales relajada y si afuera el clima está a más de 35 grados, el supermercado es el lugar ideal para mantenerte fresca y de buen humor.


No cabe duda, todo cambia en la vida, quién te iba a decir hace algunos ayeres que ir a hacer el mandado, iba a ser toda una odisea.

martes, 4 de junio de 2013

Mamá... ¡No te enojes!

Sin duda hoy fue uno de esos días en los que te exiges demasiado y al final entiendes que a veces no puedes hacerlo todo.

Me levanté, un poco más tarde de lo acostumbrado porque desde que quise abrir los ojos, ya me sentía cansada; como buena mamá súper poderosa, un día antes había hecho mil cosas, muchas de las planeadas y otras tantas de las que van saliendo en el camino.

Mis hijas tampoco querían abrir los ojos, raro en ellas que a más tardar a las 7 am ya están amenizando la mañana con sus grititos, cantos y lloriqueos también.

Pareciera como si el día de hoy todo nos invitara a permanecer en la cama las 24 horas; claro, pero digo “pareciera” porque sin lugar a dudas, las pequeñas despertaron no mucho más tarde de lo acostumbrado y por más que hice intentos por lograr que me dejaran cerrar el ojo unos minutos más… fue imposible.

Mi esposo ya se había ido, así que no quedó más que emprender la tarea cotidiana: Levantarme, asearlas, asearme, cambiarlas, darles de desayunar porque ya no alcanzaban el desayuno de la escuelita, lidiar con mis pequeñas jugando, queriendo ver las caricaturas, peleando para que se pongan los tenis, para que se sienten y poderlas peinar. Ustedes ya lo saben, el correteo matutino que implica gran destreza física, concentración mental para no perder la calma e ingenio para lograr salir con los niños peinados, limpios, contentos y con los tenis puestos.

Bien valdría la pena que incluyeran este “correteo matutino” como un deporte digno de los Juegos Olímpicos; miren que correr por toda la casa, levantar pañales, cambiar pañales, vestir a una pequeña, dejarla, cargar a la otra para vestirla, en el inter hacerlas reír y juguetear con ellas pero a los 5 segundos calmar un berrinche, preparar las quesadillas en lo que intentas darle la medicina a una de ellas, brincar sobre todos los juguetes que en 5 minutos han dejado regados por todo el pasillo, buscar los tenis que juras hace 10 minutos habías visto en “ese” lugar, darle chocomilk a una de tus hijas y con frustración ver cómo lo derrama sobre la playera blanca que debía llevar ese día… medio vestirte, medio peinarte y casi salir con la lagaña (so peligro de que alguien conocido te vea en la calle), cargar a la que apenas sabe caminar para bajar las escaleras más rápido, rogarle a la de 3 años que deje su muñeca, o ¡que se la lleve si quiere pero que ya salga de la casa por favor porque se hace tarde!!!!!!!! Uffffffffffffff me cansé sólo de escribirlo.

Y como dicen por ahí “esto es todos los días” y si, como el día de hoy no pude tener el apoyo de mi esposo (que dicho sea de paso, siempre me ayuda), pues todavía peor.

Hoy sí que me sentí cansada, hubo momentos en los que de verdad, por la desesperación casi me quería poner a llorar y hacer berrinche como mi niña de 3 años, hubo momentos al ir manejando rumbo a la escuelita que pensé: “se me hace que no soy una buena mamá, que yo no puedo con esto, que no lo estoy haciendo bien”. Y sí, me sentía cansada, me dolía todo el cuerpo (de esos dolores que tenemos en la espalda y articulaciones las mamás autoexigentes).

Y luego pensaba que quiero ser buena en tantas cosas… En mi trabajo profesional, en mis sueños profesionales, como esposa, como madre, como hija, como ama de casa… quiero que todo marche bien y que el itinerario del día que había hecho en mi mente se cumpliera a la perfección.

No contaba con que soy un ser humano y también me canso. Con que no puedo controlar todo mi día a la perfección; quizá sería mejor soltar un poco, bajarle a mi autoexigencia, organizarme más y ser tolerante a la frustración por si algo no sale como yo lo esperaba.

Total, a final de cuentas mañana será otro día…


Por lo pronto, después de todo este “correteo” merecedor de ser considerado en los Juegos Olímpicos, me quedo con la sonrisa de mis hijas, sus abrazos y sus besos, con la paciencia y cariño de mi esposo, quienes seguramente me ven y dirán: “ahora a esta loca qué le pasa” y que se resume en la frase tan hermosa que me dijo mi niña de 3 años justo al finalizar el día, con una cara pícara, después de haberse hecho pipí sobre mis pantalones: “mamá, no te enojes”. 

miércoles, 30 de enero de 2013

Cuando algo me duele, necesito palabras de amor

Una gran amiga me recomendó la página de Laura Gutman. Comencé ya a leer algunos artículos y el que más me hizo sentido y les comparto se titula: "Toda escena dolorosa, necesita palabras de amor".

Aquí un párrafo que tomé del artículo y la liga para que lo lean.

"Sin embargo muchas veces, lo más traumático no ha sido el acontecimiento en sí, sino la falta de palabras que han inundado con silencio esas situaciones sufrientes. Puede suceder que recordemos la muerte de nuestra propia madre y supongamos que todos nuestros problemas provienen de esa pérdida. Sin embargo, lo peor fue el desamparo y la soledad con el que hemos atravesado ese período, o que nadie nos haya hablado ni explicado qué es lo que sucedía, o las mentiras en las que las personas grandes se refugiaban, o la tergiversación de la realidad que nos dejaba desprovistos de comprensión y resguardo".

http://www.lauragutman.com/newsletter/laura_gutman_sep11.html

martes, 29 de enero de 2013

Yo necesito: O de lo que una mamá pudiera llegar a pedir, pero que muchas veces inexplicablemente lo calla (ahora entiendo mucho mamá…)


Yo necesito… necesito dejar de ser tan fuerte, necesito empezar a creer que el mundo -mi mundo-puede sostenerse conmigo o sin mi.

Yo necesito… necesito ser más débil, necesito tirarme en la cama, gritar que estoy cansada, empezar a creer que existe alguien con más fortaleza que yo, quien puede protegerme.

Yo necesito… necesito soltar las riendas de este caballo que se me va de las manos, necesito permitir que alguien más conduzca, necesito sentarme en la parte trasera y simplemente dejarme guiar, dejarme llevar, disfrutar el viaje.

Yo necesito… necesito dejar de proteger a todos y comenzar a cuidar-me, porque al cuidar-me los cuido.

Yo necesito… necesito practicar el dejar de hacer, confiar en los demás, volver a mi papel, a mi esencia, porque cuando pretendo cambiarlo y jugar a lo que no me corresponde, mi cuerpo me reclama y para colmo, no le hago caso.

Yo necesito… necesito poder llorar hasta secarme, necesito poder hablar hasta vaciarme, necesito poder buscar la soledad, el silencio, la oración, la lectura, el uno mismo.

Contrario a lo que el mundo me dice, yo necesito… necesito hacerme pequeñita, diminuta, frágil, necesitada; requiero por una vez extender la mano para pedir y no para dar… y no sentir remordimiento por ello.

Yo necesito… necesito confiar más en Dios, rendirme ante su sabia fuerza, dejar de “probar a dominar al destino”, dejar de ser esa mujer que quiere, anhela, intenta poderlo todo.

Yo necesito… necesito dar espacio en mi vida a lo que verdaderamente me hace plena como mujer, necesito echar a la soberbia, al orgullo, a los prejuicios que dicen hoy tanto sobre lo que debiera ser la mujer y que tanto me han confundido.

Necesito sacar de mi vida  todas las creencias erróneas que he tenido sobre mi misma, las cuales me tienen aquí, siendo quien no debo ser, dando una vez más lo que no debo dar y siendo injusta con los demás pues no les permito hacer lo que les corresponde.

Yo necesito… necesito perder el miedo, confiar en que la vida siempre me ha dado a manos llenas aún en los momentos más tormentosos, confiar en que así seguirá siendo. En la medida que pierda el miedo, podré ser quien realmente anhelo.

Yo necesito… necesito dejar de ser tan fuerte, necesito empezar a creer que el mundo -mi mundo-se sostiene conmigo a un lado, que puedo dejar el timón y ponerme a remar como un marinero más. A vivir con plenitud, que no sólo el que dirige la embarcación hace que se llegue al destino, también lo hace quien le ayuda.

Yo necesito, Yo necesito, Yo necesito... si lees bien, más que una solicitud, es una afirmación: YO NECESITO.

viernes, 25 de enero de 2013

Todo cambió en tu vida

¿Cómo fue que cambió todo en tu vida? 

Antes, no sabías quizá lo que era cambiar un pañal, ni hacer una papilla, no sabías quizá de hacer tareas con los hijos, ni de despertarte a las 7 de la mañana en domingo... 

Pero tampoco sabías del primer besito espontáneo de tu pequeño, ni de lo que se siente escuchar que te digan por primera vez "mamá". Ni sabías de la sensación de paz al cargar a tu bebé dormido en brazos, ni del sonido celestial de oir sus carcajadas que te contagian... 

No sabías de la inmensa alegría que sentiría tu corazón al escuchar a ese angelito decirte: "TE AMO". 

Ciertamente, todo cambió en tu vida.

Cuando tu bebé se pone morado por una rabieta o llanto


Hace unos días mi pequeña Regina de 10 meses me dio un gran susto. Resulta que se pegó en el piso y se puso a llorar tanto que de repente se trabó, dejó de respirar, se puso morada. 
Fueron unos segundos pero pensé lo peor. Comencé a sacudirla, le pegué, le grité hasta que por fin soltó más el llanto y volvió a respirar. 
Seguramente esta situación ya la has vivido con tus bebés o tus hijos más grandes. 
Te comparto que el pediatra me comentó que NO HAY NADA QUÉ TEMER cuando esto sucede, simplemente el bebé reaccionará y respirará; me comentó que lo peor que puede pasar es que se desmaye, pero no es grave.
Obviamente que cuando no sabes esto los segundos se pasan lento y es terrible ver a tu pequeño morado; el susto no es para menos...
Por lo mismo te comparto algo que leí en un libro muy bueno llamado "El Primer Año del Bebé" de Eisenberg, Murkoff y Hathaway, que habla sobre el mismo tema (evidentemente, siempre es mejor que le preguntes a tu pediatra):

"Invariablemente, son los padres los que más sufren cuando el niño se queda sin resuello...La pérdida del aliento suelen precipitar la ira, una contrariedad o un dolor. El llanto, en lugar de disminuir, se vuelve más y más histérico, el niño empieza a hiperventilarse y finalmente deja de respirar. En casos leves, los labios se ponen azules. En casos más graves todo el niño se pone azul y luego pierde el conocimiento. Mientrás esté inconsciente, el cuerpo se le puede entiesar y hasta experimentar contorsiones. El episodio termina por lo general en menos de un minuto -mucho antes de que el cerebro alcance a sufrir una lesión.
Más o menos uno de cada cinco niños pierde el resuello alguna vez...es más común entre los seis meses y cuatro años de edad...Aún cuando no existe ningún remedio para este hábito -fuera del correr del tiempo- sí es posible prevenir algunos de los berrinchos de cólera que dan lugar a estas manifestaciones:
Cuide de que su niño goce de descanso adecuado...
No arme pelea por todo...
Trate de calmar al bebé, antes de que se ponga histérico, con música, juguetes u otras distracciones...
Trate de reducir las tensiones que rodean al niño...
Reaccione con calma...su angustia lo puede empeorar...
Si su niño sufre estos ataques en forma severa, si le duran más de un minuto, si no tienen relación con el llanto, o si por cualquier otra razón le preocupan, coméntelos con el médico cuanto antes".

Libro: "El Primer Año del Bebé" de Arlene Eisenberg, Heidi E. Murkoff, Sandee E. Hathaway, B.S.N, Grupo Editorial Norma

Espero este dato les ayude, posteriormente estaré compartiendo más de este libro y otros libros que me han sido de utilidad.