miércoles, 14 de enero de 2015

Crónica de un día en un salón de segundo de kinder....

En este ser mamá y papá primerizos, mi esposo y yo vamos descubriendo con nuestra primera hija todo el mundo que rodea a los niños. Parte esencial de este mundo es la escuela.

Ya saben que aunque tengo dos hijas, una de 4 y otra de 2 años; yo sostengo que siempre seré una mamá primeriza pues con cada una de ellas estoy viviendo experiencias únicas y desconocidas. Y así será si Dios quiere, hasta que sea abuela y más.

Pues bien, se llegó el día tan anhelado de ir a la escuela de mi hija a pasar TODO el día conviviendo como un niño más, en su salón de clases de segundo de kinder. Les confieso que un día antes yo estaba verdaderamente nerviosa. ¿Qué iba a hacer, cómo debía comportarme, cómo se mastica eso que se llama segundo de kinder? Lo viví hace taaaannnntoooss años...

Y por fin llegamos los tres: Pau, papá y mamá; no sentamos en círculo sobre la línea azul, dejé salir a mi niña interior y comenzó la aventura más divertida y llena de aprendizajes que he vivido en mucho tiempo.

Los niños nos vieron con cara de emoción, nos hacían plática, y sobre todo, eran ellos mismos. Qué bueno es ser como niño, ellos siguen siendo transparentes.

Y cantamos las canciones, nos estiramos, bailamos, mientras yo veía cómo mi esposo hacia sus esfuerzos por coordinarse y cantar como niño y él veía que me daba risa verlo (jajajaja). Claro, yo no fui tan popular como él cuando se trató de jugar con una pelota y él tenía a todas las niñas admirándolo con las dominadas del balón.

Bueno, hicimos de todo, jugamos con los juegos de mesa y constatamos que jugando se aprende bastante.... Sí, de lógica, matemáticas, coordinación, paciencia, tolerancia a la frustración, respeto...

¡Hicimos educación física! Recordé que hacer ejercicio es muy divertido y que estirarse ayuda bastante. Al final jugamos libremente con las pelotas y recibí de un niño un pelotazo directo a la cara. Luego caí en la cuenta que ese angelito me tenía amor apache, pues desde que llegamos al salón se sentó juntó a mi, se recargó en mi brazo, quizá lo sintió acolchonadito y todo esto ante la mirada celosa de mi pequeña. Más tarde, me dio la mano y me llevó a sentarme con él para comernos el lunch juntos. Y platicamos mucho y creo que nos hicimos amigos. Tomé su pelotazo como una forma de decirme: "me caes bien y quiero jugar contigo".

Construimos, leímos cuentos, fuimos a clases de inglés, armamos rompecabezas, cantamos y cantamos y volvimos a cantar. Hicimos ententinas (para el que no sepa, es como el ya conocido "de tin marin", pero moderno. Bueno, al menos en mis tiempos no existían).

Pero sobre todo  aprendimos. Aprendimos muchísimo. Los niños son unos maestros de vida, tener dos me lo ha mostrado, pero ayer tuvimos 19 y todavía estoy impactada de su capacidad de amar, de ser solidarios, de divertirse, de sorprenderse con las cosas más sencillas de la vida. Ayer nos dieron muchas lecciones;  nos enseñaron a pedir perdón cuando se comete un error y a levantarte para reparar el daño. Nos enseñaron a reír, a ser incluyentes, porque en verdad ellos lo son. Ellos no ven diferencias, ellos con su corazón tan puro ven sólo personas. Me conmueve porque lo vi, lo palpé, lo constaté.

Los niños nos mostraron que las personas somos todo, amor, timidez, travesura, sencillez, sinceridad, molestia, cansancio. Nos enseñaron a tener amor por la vida y energía para seguir adelante. Nos enseñaron a tener orden y autocontrol.

Y también, no por ponerlo al final es menos importante, quiero hablar de las maestras. Mis respetos totales; confirmo que en verdad es una vocación muy especial, un trabajo que es tan intenso, que requiere de todo tu ser al cien por ciento, que sólo hecho con amor puede dar los frutos que ayer vimos.

Aprendimos de las maestras que para educar a los niños hay que hacerlo con amor, con cariño, con comprensión, con respeto, con alegría, paciencia, con empatía. Pero también -y muy importante-, hay que hacerlo con firmeza, con disciplina, con estructura, marcando límites, porque a final de cuentas esto también se hace por amor a ellos.

Definitivamente lo volvería a hacer. Un día de clases en un salón de segundo de kinder fue para mi, una escuela de vida.

PD. Mi reconocimiento y agradecimiento a los directivos de la escuela y maestras que nos permiten entrar en este mundo y, a los papás de todos los niños, porque aunque no lo crean, ustedes también estuvieron presentes.