lunes, 25 de noviembre de 2013

Ahora soy mamá... ¿en qué momento me perdí? (si alguien me encuentra por favor, avíseme dónde)



Lo confieso... me ha pasado. Por mi mente a menudo rondan estos pensamientos "¿dónde estoy, quién soy ahora, para qué estoy aquí, qué sigue ahora con mi vida?".

Y sí, es que tengo apenas 4 años y medio de casada, dos hijas y muchas veces me veo al espejo y me hago dos preguntas ¿"dónde se quedó aquella que yo era? ¿acaso volveré a recuperar a la mujer que habitaba en mí?".

Y es que ¿quién era yo? Yo era aquella que llegó a hacer hasta tres horas de ejercicio diario, aquella que gastaba en un buen corte de cabello y un buen tinte o cambio de look. La que podía traer un día el cabello con mechas, el otro día rojo y alguna vez hasta con las puntas rosas.

Yo era aquella que fui creciendo profesionalmente, empezando desde cero hasta llegar a avanzar más lejos, aquella con una inmensa seguridad en su desempeño laboral, agerrida hasta los huesos y que dejaba el alma en el trabajo.

Yo era aquella que se desvelaba entre semana para irse de fiesta con las amigas, o que trasnochaba platicando con las roomies sobre todas nuestras decepciones amorosas, fumando un cigarrito y con una buena copa de vino.

Yo era aquella que los sábados podía levantarme hasta las 12 del día sin ninguna culpa, ponerme un pants e irme agusto, sin preocupación alguna a un café a La Condesa a leer mi libro favorito... con calma.

Yo era aquella que estudiaba, que se preparaba, que entró a la Maestría, a los Diplomados, a los cursos, deseosa de aprender todo aquello que pudiera hacerme crecer en mi carrera, que me hiciera más competitiva a los ojos del mundo laboral.

Yo era aquella que se desvivía en las causas sociales, que podía bien perder un fin de semana con la familia, o hasta unas vacaciones con mis padres y hermana, por perseguir mis ideales, por ir de misiones a lugares necesitados, por participar y ayudar persiguiendo el bien común.

Yo era aquella que podía comer lechuga y pollo todo el día, aunque mis manos se pusieran amarillas con tal de verme esbelta; que me traumaba si por error comía una galleta o algo considerado chatarra.

Yo era aquella que podía comprar la ropa que quisiera, gastar en mi vicio favorito: los perfumes, ir de viaje por el mundo, conocer otros lugares, agarrar la mochila sin temor a la aventura, endeudarme hasta las chanclas al fin que luego podría quedar en ceros.

Yo era aquella...

Lo confieso... a veces me siento perdida. Llegó el amor de mi vida, me casé, llegaron mis otros dos amores (mis hijas) y todo ha sido tan rápido y tan intenso, que a veces me siento perdida. ¿Dónde quedó esa que era yo?

Ahora soy esa que igual se desvela pero ahora bajando la temperatura de mis hijas, sanando sus enfermedades, lavando ropa, haciendo dobladillos o, como es ahora, escribiendo porque no hubo momento en el día para hacerlo.

Soy esa que ya no va al corte de cabello cada mes, ni mucho menos a que me entinten el cabello, soy esa que compra el tinte de cajita y quizá cada 6 meses o cada año vaya al salón. Soy esa que se hace auto-manicura y auto-pedicura.

Soy esa que para poder leer ya no se va a un café, lo hago en la sala de espera de algún lugar, cuando puedo o me desvelo para hacerlo... cuando me quedan ganas. Soy esa que de repente hace ejercicio y de repente no, soy esa que trata de comer saludable y a veces no, soy esa que hace mucho no va a un café con la calma de antes y sin prisas por hacer la comida, por realizar el trabajo, por ir por las niñas.

Soy esa que se sigue preparando, pero ahora en temas sobre educación de los hijos, soy esa que sigue avanzando profesionalmente pero ahora a una velocidad diez veces menor a la que estaba acostumbrada. Soy esa que gana menos dinero, pero que le alcanza más por arte de magia.

Soy mamá y me siento perdida a veces ¿dónde quedó la que yo era? ¿sigue aquí? ¿algún día voy a volver a ser esa? Son preguntas que me hago y que escucho de más mamás que también se hacen.

Mi conclusión es que NO. Jamás voy a volver a ser la que era yo. Porque antes no sabía lo que era tener una vida por nueve meses dentro de mi cuerpo, antes no sabía del momento único de ver a tu bebé en brazos, antes no sabía de la felicidad única que se siente cuando un hijo te abraza, te da un beso, te dice TE AMO. Antes no sabía de los berriches, antes yo "veía" los berrinches y opinaba sobre cómo sería la mejor forma de calmar al niño. Ahora no sé ninguna teoría sobre cómo calmarlo, es decir, las sé todas pero en el momento cúlmen se me olvidan.

No seré la misma, porque antes era yo sola contra el mundo y por mundo quiero decir: problemas económicos, trabajo, decisiones, viajes, hasta peleas con el policía de tránsito... No seré la misma porque ahora tengo con quién compartir todo esto, tengo quién me sostiene en este camino y todos los días decidimos decirnos "sí, te amo".

Nunca seré la de antes, porque mi cuerpo ya cambió, mis miedos ahora son otros, han aflorado en mí cientos de defectos que ni yo conocía y que los descubrí hasta que tuve hijas y esposo... No seré la misma porque tengo nuevas herramientas para enfrentar la vida.

Ya nunca voy a ser la misma de antes. Y sí, lo digo con un tanto de melancolía, pero no de esa melancolía oscura, triste por lo que fue y no será. Lo digo con esa nostalgia por los buenos recuerdos y porque en verdad ahora veo que todo eso que viví valió la pena vivirlo.

Soy mamá, estoy algo desesperada y perdida y quizá tú también te sientas así... pero ¿te digo algo? Todo llega en su momento, cuando nos convertimos en mamás, no renunciamos definitivamente a nuestra esencia, simplemente no podemos. Si tú, a parte de ser mamá tienes un sueño que anhelas realizar, no lo dudes ni tantito: sólo tenlo en mente siempre y ese sueño llegará, quizá simplemente tarde un poco, pero llegará si es para tu bien. Así que a ponerlo en manos de Dios y a creer en tí misma, con mucha paciencia.

Yo me sentía perdida cuando inicié a escribir esto, pero creo que ya me encontré... ahora soy una mujer que se está re-construyendo y vengo recargada de experiencias... ¡agárrate mundo porque ahí te voy!

sábado, 23 de noviembre de 2013

Un día agotador en la vida de una mamá

Hoy fue uno de esos días difíciles en la vida familiar. Comenzamos a las 3 de la mañana, cuando a mi pequeña Yeyilla de 1 año y 6 meses le dio la llamada "tos de foca", ocasionada por el virus CRUP. Lo digo con tanto conocimiento de causa, porque van varias veces que le sucede ésto. 

Gracias a Dios ya sabíamos qué hacer. Cataflán y nebulizaciones, aunque a esa hora ninguna farmacia hace envíos así que mi esposo salió a comprar el medicamento, por cierto algo caro, para poder nebulizar a Yeyilla. Mi pobre pequeña no podía respirar ni dormir, pero me impactó que a pesar de eso, tenía buen humor y hasta jugueteaba conmigo a esa hora de la madrugada... 

Justo las cosas pasan cuando más cansada te sientes, cuando más sueño tienes, pero ni hablar... No sé de dónde salen las fuerzas a esa hora de la madrugada para atender a los hijos, salir con el intenso frío a comprar la medicina y vencer el sueño y agotamiento para que ellos estén bien.

Así transcurrió el día siguiente; con el frío que se está sintiendo en Monterrey, la verdad ni ganas de salir y estar todo el día en pijama... desvelados por lo que arriba conté, pero ni hablar. Ustedes ya saben cómo es ésto. En sábado lidiar entre hacer la comida, arreglar un poco la casa, jugar con las pequeñas, jugar con las pequeñas, jugar con las pequeñas... A veces, aunque me desespera el desorden y soy un tanto controladora y quisiera que mi casa estuviera siempre "rechinando de limpia"; me he convencido que vale más estar con mis hijas, jugando, platicando y dejar un poco que el mundo gire, que la casa esté volteada patas para arriba. Luego habrá tiempo de ordenarla.

A mi esposo le ganaron las prisas y no sé de dónde sacó la inspiración y comenzó a poner desde ahora todos los adornos navideños. Raro para nosotros que siempre poníamos todo casi una semana antes de Navidad, raro se siente ver tan pronto esos arreglos, aunque aún nos falta el más importante: El nacimiento.

Entre esferas rotas, niñas agarrando el arbolito y las luces, bailando y cantando con las luces musicales mil veces -a petición de Pollina- la de  "Navidad, Navidad, hoy es Navidad, es un día de alegría y felicidad ¡Hey!" se nos fue la tarde. 

Luego vino la hora de salir un poquito, a que nos diera el aire. Pollina hizo mega berrinche. Mi niña es, a sus 3 años y medio, muy "fashion", por así decirlo (no sé de dónde lo sacó, porque de mí ¡No!). Bueno, pues el berrinche fue porque se quería poner una playera de Minnie que ya no le queda, y luego porque NO LE GUSTAN LOS PANTALONES, y luego porque los calcetines no eran los de Kitty y luego porque no quería los zapatos que le había puesto. Cabe señalar que sus zzapatillas favoritas son muy delicadas, pero ya casi tienen hoyos de tanto que las usa.

Wowww, uuufffff y más ufffffffffffffffffffff. El berrinche se prolongó más de lo esperado, casi hicimos lucha libre Pollina, su papá y yo... gritamos todos, pataleamos todos, contamos no hasta 10 sino hasta 500 y varias veces... todo porque Pollina no quería usar pantalones y quería la playera de Minnie, que por cierto traía puesta Yeyilla. Mientras tanto, Yeyilla, como atizando el fuego y echando sal a la herida decía con sus medias palabras señalando la playera: "e mía, e míaaa", lo cual encendía más la cólera de su hermana.

En fin, en medio del berrinche puse en práctica todas las técnicas habidas y por haber  para controlar berrinches que he leído o me han enseñado en cursos, e invocaba a todos los maestros y expertos en familia que vinieran en nuestro auxilio porque ninguna técnica estaba funcionando y yo también comenzaba a hacer berrinche ya...

Por fin los ánimos se calmaron cuando Pollina entendió que su ropa ya no le quedaba y se la estaba dando a su hermana y que a ella, en cambio, se le estaba comprando ropa nueva y a su hermanita no. Este fue el santo remedio.

Después de todo, por fin salimos un rato y al regresar el día concluyó con un cuento y la nebulización de Yeyilla, en medio también de la catástrofe: En plena nebulización Yeyilla vomitó a sus anchas, luego entonces, una ampolleta de la medicina cara desperdiciada. Vamos por la segunda después de hacer limpieza y cambiarnos ambas de ropa. Estoy preparando el segundo intento con la "che" medicina cara y de pronto la tiro... veo como toda la ampolleta cae al suelo y se derrama... terror total. Abro la tercera ampolleta de la "che" medicina cara y, ahora sí, se logró el objetivo.

Ahora los tres duermen y oigo que mi Yeyilla tose un poco, lo cual me angustia, no descanso sabiendo que ella está incómoda.

El día ha finalizado y en verdad doy gracias a Dios por todo lo que aprendimos hoy, sobre todo a ser muy pacientes, a pedir perdón. Gracias por la fortaleza que nos sigue dando para enfrentar todos estos retos cotidianos a los que nos enfrentamos como papás y que nunca nos imaginamos.

Hubo muchos momentos en el día en los que quise llorar del agotamiento, de la desesperación, del no saber cómo se le hace a esto de la maternidad y de los hijos. Pero bueno, un día más superado con la satisfacción de estar haciendo todo con todo mi amor y lo mejor que puedo.

De verdad ahora entiendo que mis hijas son mis grandes maestras, con ellas estoy aprendiendo a vivir tantas virtudes, a dominar tantos defectos, hacen que afloren en mí tantos sentimientos, emociones y actitudes desconocidas aún por mí. No cabe duda que esto de ser padres, es toda una escuela para la vida.

martes, 12 de noviembre de 2013

Lo bueno que se da, regresa

Hay momentos en la vida en que a uno no le va tan bien, que los problemas, retos y hasta carencias materiales y/o espirituales se hacen presentes. Sin embargo, estoy convencida que aún en esos momentos es importante no perder de vista apoyar a quien puedas hacerlo.

Y es que cuando uno comparte y apoya a otros, siempre la vida lo regresa de alguna manera en el momento oportuno.

 ¿Pero cómo apoyar a los demás si estoy pasando por dificultades, si no tengo dinero, si estoy saturada de trabajo, si necesito más bien la ayuda de otros? Piénsalo bien, siempre hay la forma de colaborar con los demás: desde prestar dinero, dar empleo, recomendar a la persona, compartir sus cualidades con los demás, hasta simplemente escuchar, dar una sonrisa, abrazar, consolar.

Y es curioso, no es que uno dé por la conveniencia de recibir, no va por ahí; más bien es al revés, cuando tu compartes, das, apoyas, entonces Dios te da el ciento por uno en forma no necesariamente material, a veces el ciento por uno son nuevas oportunidades, nuevos amigos, nuevos retos o hasta una manera diferente de ver la vida.

Creo que esto lo aprendí de mi mamá. Yo veía cómo ella, a pesar de vivir muchas veces dificultades económicas muy fuertes, si alguien tocaba su puerta pidiendo algo para comer, ella siempre tenía algo que compartirle. Y ahora que lo pienso, mi papá es igual, aún en medio de las carencias, él siempre tiene una moneda para el señor que empaca las cosas del súper, para el señor que en el estacionamiento del centro comercial se gana la vida “silbando”. Y sí… la vida a mis padres nunca los ha dejado desamparados. Yo quiero también dejar este legado a mis hijas.

Quienes me conocen sabrán que me gusta ayudar, me gusta compartir lo que los demás hacen, si alguien me cuenta un problema, inmediatamente me pongo a pensar la forma en que puedo apoyarle, no tanto desde la creencia de que esa persona no puede, sino al contrario, más bien con la convicción (como buena psicoterapeuta humanista) de que, al estar yo fuera de esa persona, puedo ver opciones distintas que le pueden apoyar en su crecimiento, si ella decide que las quiere tomar.

Sí, en mi vida soy testigo de que el bien que das regresa, porque desde que tengo memoria, Dios ha puesto en mi vida muchos ángeles guardianes. Ellos saben quiénes son, de hecho son MUCHOS y lo saben porque también siempre he sido agradecida y me siento clara y tranquila de que siempre se los he reconocido. Y también creo que he sido un ángel para otras personas y lo seguiré siendo simplemente porque… ¡no lo puedo evitar!

Mamás… quienes trabajan desde su hogar, quienes lo hacen remuneradamente, quienes lo combinan, todas: Tenemos que apoyarnos, abrirnos las puertas las unas a las otras porque todavía es un reto para la mujer soltera o para la mujer mamá, ser reconocida y encontrar opciones que le permitan armonizar su vida laboral y familiar. Todas debemos empujar esto.

Amigos, hay que seguir con esta cadena de favores, en la que todos ganamos, en la que no hay competencias, ni envidias, ni mejores, ni peores, simplemente personas que tenemos caminos únicos e irrepetibles, tiempos perfectos de Dios. Compartamos, apoyemos a nuestro esposo, hijos, hermanos, padres, amigos, conocidos, la recompensa viene en el simple hecho de hacerlo.