miércoles, 14 de enero de 2015

Crónica de un día en un salón de segundo de kinder....

En este ser mamá y papá primerizos, mi esposo y yo vamos descubriendo con nuestra primera hija todo el mundo que rodea a los niños. Parte esencial de este mundo es la escuela.

Ya saben que aunque tengo dos hijas, una de 4 y otra de 2 años; yo sostengo que siempre seré una mamá primeriza pues con cada una de ellas estoy viviendo experiencias únicas y desconocidas. Y así será si Dios quiere, hasta que sea abuela y más.

Pues bien, se llegó el día tan anhelado de ir a la escuela de mi hija a pasar TODO el día conviviendo como un niño más, en su salón de clases de segundo de kinder. Les confieso que un día antes yo estaba verdaderamente nerviosa. ¿Qué iba a hacer, cómo debía comportarme, cómo se mastica eso que se llama segundo de kinder? Lo viví hace taaaannnntoooss años...

Y por fin llegamos los tres: Pau, papá y mamá; no sentamos en círculo sobre la línea azul, dejé salir a mi niña interior y comenzó la aventura más divertida y llena de aprendizajes que he vivido en mucho tiempo.

Los niños nos vieron con cara de emoción, nos hacían plática, y sobre todo, eran ellos mismos. Qué bueno es ser como niño, ellos siguen siendo transparentes.

Y cantamos las canciones, nos estiramos, bailamos, mientras yo veía cómo mi esposo hacia sus esfuerzos por coordinarse y cantar como niño y él veía que me daba risa verlo (jajajaja). Claro, yo no fui tan popular como él cuando se trató de jugar con una pelota y él tenía a todas las niñas admirándolo con las dominadas del balón.

Bueno, hicimos de todo, jugamos con los juegos de mesa y constatamos que jugando se aprende bastante.... Sí, de lógica, matemáticas, coordinación, paciencia, tolerancia a la frustración, respeto...

¡Hicimos educación física! Recordé que hacer ejercicio es muy divertido y que estirarse ayuda bastante. Al final jugamos libremente con las pelotas y recibí de un niño un pelotazo directo a la cara. Luego caí en la cuenta que ese angelito me tenía amor apache, pues desde que llegamos al salón se sentó juntó a mi, se recargó en mi brazo, quizá lo sintió acolchonadito y todo esto ante la mirada celosa de mi pequeña. Más tarde, me dio la mano y me llevó a sentarme con él para comernos el lunch juntos. Y platicamos mucho y creo que nos hicimos amigos. Tomé su pelotazo como una forma de decirme: "me caes bien y quiero jugar contigo".

Construimos, leímos cuentos, fuimos a clases de inglés, armamos rompecabezas, cantamos y cantamos y volvimos a cantar. Hicimos ententinas (para el que no sepa, es como el ya conocido "de tin marin", pero moderno. Bueno, al menos en mis tiempos no existían).

Pero sobre todo  aprendimos. Aprendimos muchísimo. Los niños son unos maestros de vida, tener dos me lo ha mostrado, pero ayer tuvimos 19 y todavía estoy impactada de su capacidad de amar, de ser solidarios, de divertirse, de sorprenderse con las cosas más sencillas de la vida. Ayer nos dieron muchas lecciones;  nos enseñaron a pedir perdón cuando se comete un error y a levantarte para reparar el daño. Nos enseñaron a reír, a ser incluyentes, porque en verdad ellos lo son. Ellos no ven diferencias, ellos con su corazón tan puro ven sólo personas. Me conmueve porque lo vi, lo palpé, lo constaté.

Los niños nos mostraron que las personas somos todo, amor, timidez, travesura, sencillez, sinceridad, molestia, cansancio. Nos enseñaron a tener amor por la vida y energía para seguir adelante. Nos enseñaron a tener orden y autocontrol.

Y también, no por ponerlo al final es menos importante, quiero hablar de las maestras. Mis respetos totales; confirmo que en verdad es una vocación muy especial, un trabajo que es tan intenso, que requiere de todo tu ser al cien por ciento, que sólo hecho con amor puede dar los frutos que ayer vimos.

Aprendimos de las maestras que para educar a los niños hay que hacerlo con amor, con cariño, con comprensión, con respeto, con alegría, paciencia, con empatía. Pero también -y muy importante-, hay que hacerlo con firmeza, con disciplina, con estructura, marcando límites, porque a final de cuentas esto también se hace por amor a ellos.

Definitivamente lo volvería a hacer. Un día de clases en un salón de segundo de kinder fue para mi, una escuela de vida.

PD. Mi reconocimiento y agradecimiento a los directivos de la escuela y maestras que nos permiten entrar en este mundo y, a los papás de todos los niños, porque aunque no lo crean, ustedes también estuvieron presentes.

jueves, 4 de diciembre de 2014

De cuando las mamás lloramos hacia adentro y de cuando nuestros hijos lo perciben:

Hoy fue uno de esos días en los que lloras hacia adentro. No sé si les haya pasado, de esas veces que sientes que las lágrimas necesitan salir pero no salen y menos porque estás frente a tus hijos, jugando con ellos, dándoles de cenar, en la rutina de la hora de dormir que es, las más de las veces, apresurada y constante.

Así estaba yo hoy, un tanto cansada por haber tenido una semana difícil. Entre el agotamiento por las desveladas, por el trabajo, por tener a mis hijas enfermas al mismo tiempo justo en estos días, lo normal es que el cuerpo reclama y llega un punto en que hasta las emociones estallan.

Y ahí estaba yo, llorando hacia adentro, entre la bañada de las niñas, cambiarles la pijama, darles de cenar, jugar con ellas, desenredarles su cabello. Mientras ellas cantaban, jugaban, se peleaban, se volvían a contentar, gritaban, reían.

Aún en medio de este ruido, la más pequeña, la de dos años me vio y me dijo, "ven mamá, acuéstate, acuéstate". Mi primera reacción fue decirle que no, pues tenía que hacer mil cosas. Me insistió agarrando mi mano, "acuéstate mamá, estás enferma". Y la de cuatro años le siguió, "acuéstate a ver la tele mamá".

Me conmoví, me acosté, cerré los ojos y en ese instante se salieron de mi alma una cantidad inmensa de lágrimas, tantas que no podía parar. Y así las lloré, en silencio mientras ellas veían la tele y yo mojaba la cama de llorar.

Y no contenta con mandarme a acostar, mi pequeña de dos años me revisó los oídos y fue a la cocina por el pedacito de quesadilla que no se comió y me lo dio, para que yo me lo comiera. Y me lo dio en la boca y yo por dentro otra vez, seguía llorando pero ahora de emoción.

¡Cómo no los vamos a amar¡ nuestros hijos, perciben nuestros sentimientos. Yo, cada vez las amo más.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Lo bueno que se da, regresa

Hay momentos en la vida en que a uno no le va tan bien, que los problemas, retos y hasta carencias materiales y/o espirituales se hacen presentes. Sin embargo, estoy convencida que aún en esos momentos es importante no perder de vista apoyar a quien puedas hacerlo.

Y es que cuando uno comparte y apoya a otros, siempre la vida lo regresa de alguna manera en el momento oportuno.

¿Pero cómo apoyar a los demás si estoy pasando por dificultades, si no tengo dinero, si estoy saturada de trabajo, si necesito más bien la ayuda de otros? Piénsalo bien, siempre hay la forma de colaborar con los demás: desde prestar dinero, dar empleo, recomendar a la persona, compartir sus cualidades con los demás, hasta simplemente escuchar, dar una sonrisa, abrazar, consolar.

Y es curioso, no es que uno dé por la conveniencia de recibir, no va por ahí; más bien es al revés, cuando tu compartes, das, apoyas, entonces Dios te da el ciento por uno en forma no necesariamente material, a veces el ciento por uno son nuevas oportunidades, nuevos amigos, nuevos retos o hasta una manera diferente de ver la vida.

Creo que esto lo aprendí de mi mamá. Yo veía cómo ella, a pesar de vivir muchas veces dificultades económicas muy fuertes, si alguien tocaba su puerta pidiendo algo para comer, ella siempre tenía algo que compartirle. Y ahora que lo pienso, mi papá es igual, aún en medio de las carencias, él siempre tiene una moneda para el señor que empaca las cosas del súper, para el señor que en el estacionamiento del centro comercial se gana la vida “silbando”. Y sí… la vida a mis padres nunca los ha dejado desamparados. Yo quiero también dejar este legado a mis hijas.

Quienes me conocen sabrán que me gusta ayudar, me gusta compartir lo que los demás hacen, si alguien me cuenta un problema, inmediatamente me pongo a pensar la forma en que puedo apoyarle, no tanto desde la creencia de que esa persona no puede, sino al contrario, más bien con la convicción (como buena psicoterapeuta humanista) de que, al estar yo fuera de esa persona, puedo ver opciones distintas que le pueden apoyar en su crecimiento, si ella decide que las quiere tomar.

Sí, en mi vida soy testigo de que el bien que das regresa, porque desde que tengo memoria, Dios ha puesto en mi vida muchos ángeles guardianes. Ellos saben quiénes son, de hecho son MUCHOS y lo saben porque también siempre he sido agradecida y me siento clara y tranquila de que siempre se los he reconocido. Y también creo que he sido un ángel para otras personas y lo seguiré siendo simplemente porque… ¡no lo puedo evitar!

Mamás… quienes trabajan desde su hogar, quienes lo hacen remuneradamente, quienes lo combinan, todas: Tenemos que apoyarnos, abrirnos las puertas las unas a las otras porque todavía es un reto para la mujer soltera o para la mujer mamá, ser reconocida y encontrar opciones que le permitan armonizar su vida laboral y familiar. Todas debemos empujar esto.

Amigos, hay que seguir con esta cadena de favores, en la que todos ganamos, en la que no hay competencias, ni envidias, ni mejores, ni peores, simplemente personas que tenemos caminos únicos e irrepetibles, tiempos perfectos de Dios. Compartamos, apoyemos a nuestro esposo, hijos, hermanos, padres, amigos, conocidos, la recompensa viene en el simple hecho de hacerlo.



domingo, 8 de junio de 2014

¿Cómo recuperarse de la resaca después de la fiesta... Cuando eres papá?

¿Cómo recuperarse de la resaca después de una fiesta... Cuando eres papá?

No, no  no. Ya no es lo mismo ir de fiesta cuando uno estaba soltero que cuando uno tiene hijos.
Quedaron atrás esas mega desveladas en la que podías irte de antro o tener reunión en tu casa hasta las 6 o 7 de la mañana y ese mismo día dormir a pierna suelta hasta las 2 o 3 de la tarde.
No, no, no. Ya no es lo mismo.
Quedaron atrás las salidas entre semana, miércoles o jueves en La Lune cantando hasta las 4 am. Esa gran fuerza que tenías para levantarte 3 horas después, para darte un baño, tomarte un café cargado e irte a trabajar como si nada.
Uffffff, no, no, no. Ya no es lo mismo.
Ahora el 90 por ciento de tus reuniones son en casa de los amigos o de los compadres. El ambiente es totalmente familiar: señoras haciendo la comida y platicando en la cocina entre tortillas, guisados y chisme rico. Señores en la sala o en el jardín tomando cerveza, arreglando el mundo. Niños corriendo y brincando por toda la casa, riendo, llorando, gritando, llorando, riendo, gritando.
La desvelada a lo mucho se extiende a las 2 de la mañana; a veces sales con tus hijos no sin antes tener que buscarlos en algún lugar de la casa en el cual se quedaron dormidos. En otros casos, el camino de regreso es un buen arrullo para las criaturas, lo cual es bueno; pero lo malo es la cargada de los pequeños hasta sus camas, y más si te mandaron con el platito de pastel de fiesta. 
Y sí, terminas durmiéndote como a las 3 am, sientes que un camión te pasó encima y luego se regresó para rematarte. Caes como bulto con la ilusa esperanza de que, al día siguiente, tus pequeños monstruos ubiquen que también están desvelados y que pueden dormir tranquilos ¡por favor¡ hasta las 2 de la tarde.... Sabes que esto no va a suceder nunca, pero siempre tienes esa esperanza.
Pero no, no, no. Ya no es lo mismo. A las 7 de la mañana ya están ahí, con sus hermosas vocecitas, en pijama hablándote como si en realidad estuvieras despierto... "Mami, quiero leche; papi, quiero ver a Peppa; mami, quiero galleta; papi, vamos a jugar".... 

No, ya no es lo mismo. Pero también es increíble y aún con resaca y sueño que nunca recuperaré, no lo cambiaría por nada.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡Yo no nací para ser mamá!

¿Alguna vez has pensado que no naciste para ser mamá? ¿Te ha pasado por la mente en uno de esos momentos de desesperación, que por cierto vivimos todas?
No estás sola: yo lo he vivido y conozco el testimonio de muchas mamás que como tú y como yo, lo han sentido.
Cuando esto sucede, valdría la pena que te preguntaras, qué es lo que está causando este pensamiento que llega a tu mente y corazón.
A veces sentimos que no podemos más, que estamos demasiado agotadas, que esto de la maternidad quizá no era para nosotras, que nos equivocamos de vocación, que igual hubiera sido mejor irnos de monjas... Y vemos a nuestros retoños, y llegan esos sentimientos al parecer tan distantes: ese cansancio, ese enojo ante tanta travesura, esa desesperación ante una casa eternamente desordenada, esa rabia ante los berrinches, esa fatiga ante las desveladas. Pero también esa ternura cuando los vemos, ese inmenso cariño cuando nos abrazan y besan, esa admiración nunca antes vista ante sus primeros logros, ese amor que jamás habíamos experimentado y que se desborda.
Cuando lleguen los pensamientos de desesperanza, valdría la pena que te preguntaras qué es lo que los está causando. En definitiva no son tus hijos ni es la maternidad, porque en tus momentos de paz sabes que amas ambas cosas.
Quizá sea ese trabajo que tienes que hacer por ganar un poco más de dinero y que no te gusta hacer. Quizá sean esas deudas interminables que te quitan el sueño; quizá sea ese afán necio de querer bajar de peso y verte como las modelos de las revistas, ese verte al espejo y no aceptarte como eres y no gustarte como eres. Quizá sea esa auto exigencia de querer hacerlo todo perfecto, ese afán de querer tener la casa brillante y rechinando de limpia. Quizá sea esa necesidad de querer agradar a los demás y "demostrar" que eres la mejor mamá, la que viene en los manuales y en las revistas. Quizá esa necesidad desmedida y maligna de querer tener y poseer más bienes materiales, ir a los mejores y costosos viajes, tener la casa y los autos más deslumbrantes. Esa creencia que te has inventado de que solo lo más caro es lo mejor. (Ojo, no digo que viajar y tener cosas materiales costosas sea malo, lo malo es el apego y el descuidar lo verdaderamente valioso por el afán de lo material)
Descansa ya de tanta locura, pon límites, deja de hacer eso que no te gusta y que haces sólo por aparentar, por verte bien ante este mundo tan superficial.
Haz lo que tienes qué hacer; si quieres trabajar y ganar dinero, hazlo porque te gusta, porque te hace plena y cuida de mantener un ambiente de amor alrededor de tus hijos. He comprobado que el mundo también necesita de esas mamás que se desempeñan en el ámbito profesional. Hazlo con amor y por amor a ti y tu familia y no al dinero y posesiones, y quédate tranquila y sin culpas, pues segura estoy que estás dando lo mejor de ti a tus hijos y estás haciendo un quíntuple esfuerzo.
Si decides estar en casa al cien por ciento, vívelo plenamente y sin frustración, VALÓRATE. Agradece la oportunidad que tienes de estar con más detalle al cuidado de tu familia, tente paciencia si los logros profesionales se ven lejos, créeme que esos logros algún día llegarán y te tomarán con más experiencia en la vida, con otro tipo de talentos desarrollados. Y sobre todo, sigue actualizándote, leyendo, cultivándote; el hecho de ser ama de casa no te da derecho a no seguir desarrollando tu mente y tu espíritu.
Mamás todas: Disfrutemos lo que en el fondo de nuestro corazón SABEMOS QUE AMAMOS. Disfrutemos nuestra maternidad pues en sí misma es un don, un regalo de Dios y nos da un valor incalculable. 

La buena noticia es que... ¿Sabes? Eres mamá y NACISTE PARA SERLO... Tienes todas las herramientas para lograrlo, eres una EXCELENTE MAMÁ.

lunes, 17 de marzo de 2014

Anne Lice Hernández: vivir la congruencia, básico para mamás... y papás

Día 15
Historia 15
17 de marzo de 2014

Anne Lice Hernández Alba

Anne tiene dos hijas de 8 y 7 años. Actualmente trabaja en gobierno federal y lo que la motiva es lograr su superación personal y aportar a la economía familiar.

Antes de ser mamá, Anne Lice nos comparte que, como muchas de nosotras, su vida estaba llena de mucho trabajo combinado con mucha vida social, también. Después, cuando nació su primera hija, la vida social se acabó en buena parte, el trabajo siguió igual de cargado, pero conoció el verdadero amor... la maternidad, sus hijas. "Ha sido la experiencia más importante en mi vida", nos comparte.

Anne Lice nos abre su corazón y nos confiesa que uno de los momentos más azarosos en este camino ha sido cuando perdió a su primer bebé. Otro momento importante es algo que en realidad es permanente: "ser congruente con lo que hago y digo".

Descubro en Anne a una mujer sencilla y honesta. Cuando le pregunto de los momentos más difíciles en el camino de la maternidad, más que hablarme de las desveladas, los berrinches, las desmañanadas (que también son difíciles por supuesto), ella toca dos temas muy valiosos. El primero de ellos es la pérdida de un hijo y aquí me solidarizo con todas las mamás que han pasado por este momento, porque cuando eres mamá, sabes que dentro de ti hay una vida, aunque no tenga todavía quizá manos, o piernas, aunque no lo puedas ver ni tocar, dentro hay un ser humano grandioso, con todas las posibilidades. Tan fascinante es la vida ahí dentro, que cuando se llega a perder, causa dolor en la madre, en la familia y en todos los que esperaban a ese pequeño. Qué importante para una madre reconocer que ahí dentro de ella estaba su hijo, qué importante elaborar ese duelo también.

Por otro lado, Anne menciona como momento difícil, el vivir la congruencia. Y es que, ciertamente, cuando somos padres la congruencia está a prueba a cada instante. Desde la forma en que comemos, los hábitos de higiene, la disciplina, la honestidad. Nuestros hijos son nuestros mejores observadores, ellos hacen lo que ven de nosotros, desde las cosas más sencillas hasta las más complejas. Qué importante de verdad lo que resalta Anne, vivir la congruencia en todo, desde la casa hasta el trabajo, unidad de vida que nuestros hijos notarán y querrán imitar.

Anne Lice también nos dice que en estos tiempos ha aprendido bastante de sus hijas y de su esposo, y en este camino el aprendizaje es en si mismo una fuente de gozo y satisfacción, "estas niñas sacan lo mejor de nosotros", nos dice.

Uno de los principales miedos que pasan por la mente y el corazón de Anne, es faltar a la congruencia como ser humano y no poder estar el tiempo suficiente con sus hijas por su trabajo.  Sin embargo; ella cuenta con una gran fortaleza para enfrentar cualquier temor: ella se ama a sí misma y a los demás.

Actualmente, muchas son sus motivaciones para vivir, lo que da sentido a su vida. Nos comparte: "Me motiva crecer más como persona, me motiva mi esposo y mis hijas, ser mejor por mi y para ellos".

Solidez, fortaleza, felicidad, estabilidad y humanismo, son las palabras que mejor definen a esta mujer tan trabajadora, quien nos comenta que nosotras podemos aportar al mundo una óptica diferente a la del hombre, más integral, con más sentimiento... "pero no todas pueden", culmina.

Mi primer pensamiento es cuestionante al leer esta última frase de Anne... "pero no todas pueden", y encuentro que quizá suceda que "no todas quieran darse al mundo, aportar lo mejor de sí".... Ojala todas quisiéramos, desde el hogar, desde la familia, desde el trabajo remunerado, desde el voluntariado; se necesita tanto de nuestra óptica, como Anne Lice nos dice.

"La realidad no existe, se construye paso a paso", es la frase con la que Anne se siente identificada y me gusta que lo diga así, porque me habla de una mujer que sabe que en la vida hay que esforzarse, que nada le ha sido gratis sino que ha puesto empeño para lograr llegar hasta donde está. Y no hablo sólo del terreno profesional, llegar a donde está es también ser madre, tener su familia y seguir con una actitud victoriosa en la vida, a pesar de las pérdidas, de los dolores, del sacrificio. Todo esto también ha formado parte de lo que hoy es Anne Lice, sin embargo, cuando uno la ve, te inspira tranquilidad, trabajo, disposición. Creo que conocerla te trae a la mente un "la vida sigue y es simple, sólo hay que seguir avanzando".

Y precisamente, acabando yo de escribir las líneas anteriores me doy cuenta de que no me equivoco; ella es poseedora de un espíritu práctico que en verdad necesitamos aprender y vivir las mamás. Ella es sin complicaciones. Cuando me habla de las herramientas que una mamá puede desarrollar para "no morir en el intento", simplemente me dice, algo que no por ser sencillo, deja de ser fascinante... "seguir mi instinto, todo mundo te da consejos, pero yo el único que seguí fue el de mi ginecólogo al decirme que a todo mundo escuche y le diga que sí, pero que al final del día solo siga mi instinto, que nadie sabrá tanto como yo qué es mejor para mis hijas".

¡Wow! Me encantó... Y es que creo que, sobre todo al principio de la maternidad y más con el primer bebé, a las mamás se nos "enredan mucho los cables". Amigas, familiares, vecinas, todas con la mejor de las intenciones nos dicen mil cosas y nosotras a veces nos confundimos. En mi experiencia, puedo decir que también me confundí y que como dice Anne, también escuché, pero al final seguí a mi corazón. De hecho es algo que precisamente "aconsejo" a mis amigas (hablando de consejos jaja). Les digo: "escúchanos a todas, pero al final de cuentas tú decide, nadie mejor que tú sabrá".

Anne también tiene sueños por realizar, entre ellos lograr muchos objetivos con sus hijas día con día, seguir trabajando y aumentar sus estudios. "Por supuesto, conservar mi matrimonio y fortalecerlo aún más", nos dice.

Claro que sí, así te veo Anne. Súbete a más aviones, viaja, sueña, vive, porque muchas mujeres viajamos y soñamos en ti, porque necesitamos conocer más mamás como tú, que afrontan las horas con valor, que se juegan la vida día con día por vivir en unidad y amor para su familia y para su país. Necesitamos ver más Anne Lice en el mundo, que nos muestren con su ejemplo -como tú- que la familia, la felicidad, el trabajo, el éxito, parten de un sueño pero se cristalizan cuando ponemos manos a la obra.


Te invito a que sigas estas y otras historias en mi página de FB La Mamá Primeriza y en @lizmendivil

domingo, 16 de marzo de 2014

Pilar Ochoa: Mi fortaleza es Dios, porque "todo lo puedo en Aquél que me conforta".

Día 14
Historia 14
16 de marzo de 2014

María del Pilar Ochoa Méndez

¡Me encanta Pili! Una mamá joven y jovial, una chica que combina muchas cosas. De esas mujeres que las puedes notar inteligentes, profundas, sumamente espirituales, muy femenina, capaces, pero a la vez te sorprenden con su actitud divertida, locochona, alegre, bailadora...  Pili es una hermosa mamá, por lo pronto de una pequeña muy bendecida al tenerla a ella como madre.

Pili, a parte de todo escribe, y escribe muy bien. Pili tiene mucho qué decir, y lo que dice lo dice muy bien y llega al corazón porque cuando uno habla de lo que uno vive y siente de verdad, esas cosas llegan realmente. Pili escribió su historia la cual te copio literal a continuación; ella recoge en sus propias vivencias mucho de lo que cada una de nosotros a vivido. Te invito a que la leas y estoy segura, que mucho de lo que ella te dice, va a serte de mucha utilidad.

Sigue escribiendo tu propia historia Pili, como hasta ahora, con ese entusiasmo por vivir, esa fe tan grande y amor a Dios, ese espíritu de conquista y ese afán que tienes por hacer el bien. La verdad, yo no lo descarto... yo sí te quiero tener como Presidenta de la República. Tú tampoco lo descartes. Aquí se las dejo...

Por: Pili Ochoa

Hoy fue uno de esos días. Adoro a mi hija, la amo con locura, pero hoy fue
uno de esos días en los que a ratos pido esquina. No puedo hablar acerca de
ser madre sin mostrar esta que, si no es "la cara oscura de la maternidad",
es una que muchas omitimos. Involuntariamente, claro; la experiencia de ser
mamá es tan increíble, tan llena de alegría, admiración, sorpresa,
adoración, que a veces olvidamos las noches en vela, las llamadas al
pediatra a las 3am, las rozaduras, los celulares inservibles a fuerza de
babitas, etcétera.

Vengo de una familia grande, ¡somos nueve! Con seis hermanos, por supuesto
que me tocó compartir el elegante papel de hermana "sándwich". Las
peripecias de una familia grande me formaron como soy, estoy convencida
también de que mis sobrinos me prepararon un poco para el papel de mamá.

Un poco, porque en realidad  nunca estás preparada. De niña jugué a la
casita, con Barbie y Ken, pero no puedo decir que mi sueño era ser mamá.
Yo cambiaría el mundo, sí, pero como la primer presidenta de México, de
alguna otra forma heroica y poderosa. La vida me fue llevando por otro
camino, el de la educación, y el de los temas de mujer y familia.

Hoy soy mamá de una hermosa y traviesa pulga de 20 meses, que camina como
una diva por la vida, saludando y haciéndole ojitos a cualquiera que cruce
su camino (no exagero, ¡a cualquiera!, mi chaparra coqueta),  que hace dos
meses aprendió a decir "abuelo", y se lo grita al primer señor medianamente
canoso que encuentre por la calle. La misma que hoy terminó de deshacer mi
labial favorito, rayó mis sábanas con pluma y se alimentó únicamente con
calabacitas, guayaba y mango.

Hago malabares para trabajar, dando clases, talleres y conferencias, y
ayudando a mujeres o parejas a conocer su salud ginecológica y fertilidad
para que ellas puedan cuidar su salud, buscar o evitar un embarazo,
trabajar en su relación, lo que cada mujer o pareja quiera. Soy
FertilityCare Practitioner, o profesional en el cuidado de la fertilidad.
Debo decir que me encanta lo que hago porque estoy convencida de que todas
las mujeres tenemos derecho de conocer nuestro cuerpo y fertilidad, de que
todas las parejas podemos tener la información puntual, científica,
confiable para tomar decisiones libres, informadas, sin necesidad de
someternos a tratamientos costosísimos, peligrosos; sin que nadie deba
alterarse quirúrgicamente; sin que las mujeres se sientan obligadas a
someterse a hormonas artificiales que vuelven loco su cuerpo, etc. He
tenido la oportunidad de ayudar a que las personas conozcan el idioma de su
cuerpo: parejas que se embarazan después de años de infertilidad y
tratamientos fallidos, parejas que logran perder el pánico de fin de mes
(¿y si estamos embarazados?), mujeres que logran monitorear y tratar con
éxito condiciones ginecológicas tan diversas como complejas... en fin, he
podido ser parte de muchos milagros. Entre ellos el mío.

La llegada de mi hija fue todo un viaje, porque sufrimos infertilidad.
Pasamos meses de falsas esperanzas, estudios, inyecciones, siempre con la
confianza de saber qué pasaba con mi cuerpo, qué necesitábamos, cómo
cuidarla incluso desde antes de que se anidara en mi vientre.  A un año 8
meses de haberla abrazado por primera vez, lo más difícil ha sido sin duda
esperar su llegada. Ha sido todo un reto el conciliar la maternidad con
nuestra vida antes de ser padres. ¿Mis fortalezas en este camino? Saberme
débil, imperfecta, y al mismo tiempo, perfecta, exacta, libre. Saber que
cuento con un hombre increíble, fuerte, generoso (...), etc. (por motivos de
espacio, hemos omitido un extenso párrafo donde la autora le echaba flores
a su marido). Mi fortaleza es mi peque hermosa. Mis papás y hermanos,
amigas, una docena de blogs (incluyo el presente, un hurra a La mamá
primeriza). Mi fortaleza es Dios, porque "todo lo puedo en Aquél que me
conforta".

¿Mis miedos y preocupaciones? Me preocupan mi pequeña, mi marido, cuidarlos
y cuidarme. El mundo, mis inseguridades, los cientos de errores que sé que
cometeremos como padres. Me preocupa y me ocupa que mi hija sea una mujer
libre, plena, responsable, feliz...

Creo en una frase que seguramente no escribiré literal: los hijos nos dan
un curso intensivo de generosidad, de malabarismo. También nos enseñan a
reír como locos rodando en el suelo, a guardar piedras en las bolsas del
pantalón, usar calcetines como guantes, y gritar de emoción ante una rica
fruta. A sonreír de la forma más pícara y seductora del mundo, a dar besos
babosos y aguantar los brazos trabados con el peso de un changuito hermoso.
Mi familia es lo que da sentido a mi vida, con todos los miedos y gozos que
eso implica. En ese sentido me encanta la frase de Hannah Arendt, "las
puertas de la felicidad se abren hacia afuera".

Me preguntas, querida Liz, qué herramientas hay que desarrollar para ser
mamá y no morir en el intento... ¿Cuando las conozcas me dices? (risas).
Supongo que muchísimo amor, desterrar la culpa, tener paciencia, perdonar,
usar mucha mano izquierda, confiar en Dios. Para no seguir con una lista
interminable, resumo con esto: basta con ser una mujer plena, y querer a
tu hija/o con todas tus fuerzas.

Con todo gusto pongo a su disposición la información de Fertility Care,
revisen la página, googleen por su parte, y escríbanme con toda confianza
si tienen dudas. ¡Un gran abrazo Liz!

María del Pilar Ochoa Méndez, FCP
pilarochoa@gmail.com