jueves, 13 de junio de 2013

¿Cuándo se acaban las desveladas?

¿Qué cuándo se acaban las desveladas? Que a los 3 meses, que a los 6 meses, que al año...

Yo sólo sé que voy en los 3  y 1 años y aún vivo el desvelo y la desmañanada de vez en cuando.

Es muy cansado la verdad, a veces pasas por la negación al oir su llanto en la madrugada: "no puede ser, nooooo, quiero dormir..." te dices.  Pero sabes que el esfuerzo vale la pena por ver sanos a tus hijos, por calmarlos y consolarlos si tuvieron una pesadilla, por darles agua o lechita si por el calor no pueden dormir.

Dios nos da fuerzas, quién sabe de dónde; quizá antes hubieras pensado que todo este desgaste físico no lo podrías soportar, sin embargo, hoy aquí estás.

Vale la pena cuando en medio de las penumbras y con tu bebé a un lado en la cama porque de plano tu cansancio era mayor que estar luchando por llevarlo a su cuna, vale la pena cuando sientes sus manitas acariciar tu mejilla y decirte "mami, mami, mami"... y quizá hasta un beso y un "te quiero".

jueves, 6 de junio de 2013

Ir al supermercado con niños... toda una odisea

Hace algunos meses o años ¿quién te iba a decir que ibas a disfrutar tanto ir SOLA  al supermercado?

Antes, cuando eras soltera, ibas saliendo de tu trabajo; rápido agarrabas todo lo que se te ponía enfrente, ni en el precio te fijabas ¿verdad? Y ¿a poco no te pasaba que tristemente muchas cosas se te echaban a perder en el refrigerador? Ir al súper era casi como un requisito para tener algo que picar en las noches, era más para que no te hicieran falta los embellecedores diarios (cremas, shampoo, cosméticos) y para justificar la presencia del refrigerador en el departamento.

Ahora, cuando vas con tus hijos también vas rápido... trepas a los pequeños, uno en el asientito del carrito y al otro en donde va la mercancía porque si lo dejas caminar saldría corriendo por todo el supermercado y tú detrás de él con todo carrito y el otro chiquillo arriba.

Ahora, también agarras todo muy rápido, pero la diferencia está en que ya te sabes los precios exactos de cada cosa que compras, es más, ya tienes hasta una ruta hecha del establecimiento, sabes por cuáles pasillos comenzar y agarras casi los mismos productos cada quincena, tus básicos de siempre para agilizar el proceso.

Ahora comparas los precios si es que vas a comprar algo fuera de lo que siempre compras y sabes que los congelados se compran al final, pero que igual si se te atraviesan al principio pues ya ni modo, porque con dos o más chiquillos gritando en el establecimiento no te vas a regresar.

Y claro, te preparas con una buena dotación de papas, juguitos o alguna paleta para lograr que tus hijos aguanten un poco más (si es algo nutritivo, mejor). Y si no funciona, quizá agarres algo del mismo súper para irlos entreteniendo y claro, guardas el empaque para pagarlo al final. Típico es llegar a la caja con tus compras, tus hijos y un montón de empaques vacíos de lo consumido en el intento por hacer el mandado.

Tratas de no pasar o en su defecto pasar corriendo por el área de juguetes; es más, si de plano tienes que andar por ahí les dices a tus hijos que miren al techo a ver el elefante rosa que va volando con tal de no tener gritos diciendo “mamá cómprame ese juguetito, mamá quiero la pelota ¡mamá, mamá, mamá!

Este viaje en el supermercado ahora es toda una aventura... pasas desde los momentos de calma en los cuales piensas ilusamente "wowww, parece que esta ocasión sí se van a portar bien mis niños", hasta el "¡¡¡¡gggggrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, no vuelvo a venir sola con los niños a hacer el mandadoooooo!!!!".

Obviamente, en el inter hay varias paradas al baño, ya sea para que quien está aprendiendo a ir lo haga en el debido lugar, o para cambiar el pañal del otro más pequeño. Así que dejas en un lugar estratégico el carrito con la mercancía que te has tardado unos 30 minutos en elegir, cargas a uno de los bebés, agarras al otro de la mano y sales corriendo a los sanitarios.

También hay una etapa en este trayecto, en el que tus pequeños van felices cantando y jugando entre ellos, luego se enojan y comienzan a pelear, pegarse y hasta morderse, también hay una fase de enfado en la que quieren bajarse del carrito y tú apenas estás en la fila del jamón, todavía te falta pasar por pañales, toallitas, jabón, shampoo… Ufffffffffffffffffffff

Si alguien te estuviera observando describiría tus cara que va desde la alegría, la calma, el enojo, el regaño, la desesperación, la angustia, la distracción, la desilusión, el creer que esta vez no será posible terminar de hacer el mandado, para al final de cuentas siempre salir victoriosa, un poco deschongada pero siempre con mandado y niños arriba del carrito. Quién sabe cómo, es un misterio, pero nuevamente lo has logrado.

Si cuentas con el valioso apoyo de tu esposo para ir al mandado, mejoran un poco las cosas. Ahora, sigues haciendo el súper igual de rápido pero ya sólo lo ves a él a lo lejos correr por todo el súper tratando de calmar y entretener a los pequeños. Su cara también comienza llena de felicidad, tú te les haces la perdidiza para que te dejen comprar con calma, pero más tarde que temprano te encuentran y ya todos, papá e hijos tienen el rostro de “ya vámonos”. Claro, tú ya no terminas de hacer el súper como lo hubieras deseado.

¿Pero qué tal cuando ahora, que eres mamá, vas sola al súper? Siempre lo he dicho. Es como un oasis en el desierto, el supermercado se vuelve como la tienda de prestigio más importante; desde que entras el olor a cebolla, jitomate, ajos son aromas deliciosos que te transportan a un viaje hacia tu yo más profundo… está bien, exageré.

La música de fondo que ponen es como estar en el mejor concierto de jazz, no importa si es Belinda, OV7 o Moderato, esa música es lo más relajante que jamás habías escuchado. Pareciera que carrito del mandado y tú flotan por encima de la gente, todos los empleados te ven con una gran sonrisa y tú quisieras saludar a cada uno de ellos. ¡Son lo máximo!

¿Por qué no? Compras tu café y te das el lujo de ojear (más no comprar) esa revista de moda o quizá si eres más atrevida, la de los chismes de novela. Obvio, cuidas que si es esta última, nadie te vea.

Ves cada producto con detalle, sueñas con todo lo que vas a comprar, pones en el carrito todos los productos gourmet que vas encontrando y luego los dejas en el área de cajas antes de pagar, descubres cientos de productos nuevos y hasta te fijas en las etiquetas.

Sales relajada y si afuera el clima está a más de 35 grados, el supermercado es el lugar ideal para mantenerte fresca y de buen humor.


No cabe duda, todo cambia en la vida, quién te iba a decir hace algunos ayeres que ir a hacer el mandado, iba a ser toda una odisea.

martes, 4 de junio de 2013

Mamá... ¡No te enojes!

Sin duda hoy fue uno de esos días en los que te exiges demasiado y al final entiendes que a veces no puedes hacerlo todo.

Me levanté, un poco más tarde de lo acostumbrado porque desde que quise abrir los ojos, ya me sentía cansada; como buena mamá súper poderosa, un día antes había hecho mil cosas, muchas de las planeadas y otras tantas de las que van saliendo en el camino.

Mis hijas tampoco querían abrir los ojos, raro en ellas que a más tardar a las 7 am ya están amenizando la mañana con sus grititos, cantos y lloriqueos también.

Pareciera como si el día de hoy todo nos invitara a permanecer en la cama las 24 horas; claro, pero digo “pareciera” porque sin lugar a dudas, las pequeñas despertaron no mucho más tarde de lo acostumbrado y por más que hice intentos por lograr que me dejaran cerrar el ojo unos minutos más… fue imposible.

Mi esposo ya se había ido, así que no quedó más que emprender la tarea cotidiana: Levantarme, asearlas, asearme, cambiarlas, darles de desayunar porque ya no alcanzaban el desayuno de la escuelita, lidiar con mis pequeñas jugando, queriendo ver las caricaturas, peleando para que se pongan los tenis, para que se sienten y poderlas peinar. Ustedes ya lo saben, el correteo matutino que implica gran destreza física, concentración mental para no perder la calma e ingenio para lograr salir con los niños peinados, limpios, contentos y con los tenis puestos.

Bien valdría la pena que incluyeran este “correteo matutino” como un deporte digno de los Juegos Olímpicos; miren que correr por toda la casa, levantar pañales, cambiar pañales, vestir a una pequeña, dejarla, cargar a la otra para vestirla, en el inter hacerlas reír y juguetear con ellas pero a los 5 segundos calmar un berrinche, preparar las quesadillas en lo que intentas darle la medicina a una de ellas, brincar sobre todos los juguetes que en 5 minutos han dejado regados por todo el pasillo, buscar los tenis que juras hace 10 minutos habías visto en “ese” lugar, darle chocomilk a una de tus hijas y con frustración ver cómo lo derrama sobre la playera blanca que debía llevar ese día… medio vestirte, medio peinarte y casi salir con la lagaña (so peligro de que alguien conocido te vea en la calle), cargar a la que apenas sabe caminar para bajar las escaleras más rápido, rogarle a la de 3 años que deje su muñeca, o ¡que se la lleve si quiere pero que ya salga de la casa por favor porque se hace tarde!!!!!!!! Uffffffffffffff me cansé sólo de escribirlo.

Y como dicen por ahí “esto es todos los días” y si, como el día de hoy no pude tener el apoyo de mi esposo (que dicho sea de paso, siempre me ayuda), pues todavía peor.

Hoy sí que me sentí cansada, hubo momentos en los que de verdad, por la desesperación casi me quería poner a llorar y hacer berrinche como mi niña de 3 años, hubo momentos al ir manejando rumbo a la escuelita que pensé: “se me hace que no soy una buena mamá, que yo no puedo con esto, que no lo estoy haciendo bien”. Y sí, me sentía cansada, me dolía todo el cuerpo (de esos dolores que tenemos en la espalda y articulaciones las mamás autoexigentes).

Y luego pensaba que quiero ser buena en tantas cosas… En mi trabajo profesional, en mis sueños profesionales, como esposa, como madre, como hija, como ama de casa… quiero que todo marche bien y que el itinerario del día que había hecho en mi mente se cumpliera a la perfección.

No contaba con que soy un ser humano y también me canso. Con que no puedo controlar todo mi día a la perfección; quizá sería mejor soltar un poco, bajarle a mi autoexigencia, organizarme más y ser tolerante a la frustración por si algo no sale como yo lo esperaba.

Total, a final de cuentas mañana será otro día…


Por lo pronto, después de todo este “correteo” merecedor de ser considerado en los Juegos Olímpicos, me quedo con la sonrisa de mis hijas, sus abrazos y sus besos, con la paciencia y cariño de mi esposo, quienes seguramente me ven y dirán: “ahora a esta loca qué le pasa” y que se resume en la frase tan hermosa que me dijo mi niña de 3 años justo al finalizar el día, con una cara pícara, después de haberse hecho pipí sobre mis pantalones: “mamá, no te enojes”.