lunes, 12 de noviembre de 2012

Después del embarazo... ¡el cuerpo ya no es el mismo!


Hace tiempo en el supermercado, estaba con mi hija Paulina que en ese momento tenía algo así como un año. Las dos paseábamos por el área de frutas y verduras cuando, de pronto, una mujer se paró junto a mí y muy feliz elegía algunas manzanas, iba acompañada de un niño de quizá 8 años de edad. Al verla, no pude evitar el típico barridito (la verdad) y mirando de reojo, pude percatarme que lucía una figura muy esbelta.

Inmediatamente pensé "sí, claro, ella tiene ese cuerpazo, pero su hijo tiene como 8 años, osea que ha tenido tiempo de hacer ejercicio y dietas y por eso está tan bien". 

De repente, la señora en cuestión se dirigió hacia mí y me preguntó "¿cuánto tiene tu pequeña?" y respondí orgullosa "un año". Mi sorpresa vino cuando ella me dijo "ay, mi hija más pequeña tiene 4 meses"... "¿queeeeeeeé?" pensé o casi grité... ¿Cómo era posible?

No sé si la señora se hizo una liposucción, no sé si era una atleta de alto rendimiento... Sólo supe que ELLA TENÍA UN CUERPAZO Y QUE SU HIJA TENÍA 4 MESES APENAS. En cambio yo... mi hija tenía ya 1 año y mi panza tenía más de una lonja, nada grave pero lo suficiente como para incomodar a una mamá primeriza.

Dónde estaban esos tiempos en los que la actual mamá primeriza, antes joven soltera, salía a diario al gimnasio. La rutina comenzaba con una clase de body combat dando golpes por doquier y sintiéndose una mezcla de Rambo con Fiebre de Sábado por la Noche... Dónde estaba esa joven que después de esa clase era capaz de meterse a la clase de spinning y cerrar con broche de oro estirando todas las extremidades en yoga.

Dónde estaba esa joven que era capaz de comer claras de huevo con nopales todas las mañanas y soportaba el variado menú de ensalada con pollo, o ensalada de atún, o ensalada de pollo, o ensalada de atún, o de pollo, o de atún...

Dónde estaba esa joven que decía NO a los pastelitos, NO a las fritangas, NO a las papitas, NO y NO y NO a la comida chatarra.

¿Es que acaso se había ido la fuerza de voluntad? ¿Es que acaso esa delgadez lograda tras años de esfuerzo, traumas mentales y el orgullo de ser nombrada como la líder de la secta curvilínea, nunca iba a volver?

Pues la delgadez volvió, quizá no al 100 por cierto, pero volvió. El cuerpo tomó nuevamente su forma, quizá no al 100 por ciento de antes, pero la tomó. El desgaste físico por el gimnasio, se sustituyó por levantamiento de carreola y bambineto, carrera de relevos para llevar mamilas en la madrugada, lanzamiento de pañal, escalada de escaleras cientos de veces al día con niño al hombro, abdominales para alcanzar al bebé antes de que se caiga de la cama, estiramiento para recoger juguetes que el pequeño tira y levantas y vuelve a tirar, prueba de resistencia para correr tras el niño en el centro comercial y luego para soportar cargar los 10, 11, 12, 13 o 14 kilos porque el inocente ya se cansó de caminar...

El ejercicio siguió, simplemente cambió de forma. La alimentación siguió, sólo cambió de forma. Ahora, por más verduras que comas y pechuga de pollo, vienen muy bien también un chocolatito, o unas galletitas porque se necesita fuerza para seguir. Y si tu pequeño no se termina todo... ahí está mamá para picotear pues nada debe desperdiciarse.

Y todo siguió así, y justo cuando la mamá primeriza estaba a 3 kilos de llegar a la perfección... vinieron otros nueve meses de crecimiento abdominal y después de esos 9 meses fue volver a empezar...

Hoy decido ya no desgastarme más... hoy decido descansar lo más que pueda dentro de la dinámica de una familia con (por el momento) dos bebés. Hoy decido tratar de comer lo más sano que pueda, meter muchas verduras, pan integral y todo lo más bajo en grasa que se pueda, pero si se atraviesa un tamal, una torta o un pastel de vez en cuando, ya no es drama nacional.

Hoy decido tratar de caminar, o bailar, o hacer alguna actividad física, pero ya no me presiono, más bien trato de disfrutarlo.

Hoy mi cuerpo es PERFECTO, pero ya no tiene la perfección que yo buscaba antes, cuando era soltera. Hoy entendí que todos los cuerpos tienen su propia perfección que no es la que el mundo piensa... El mío es perfecto porque ha estado listo para generar y cuidar dentro de mí dos personas, es perfecto porque me ha regalado el don de ser madre, porque tengo salud y fuerza para trabajar y levantarme todos los días y escribir esto que escribo.... ¿qué más puedo pedir?

La perfección del cuerpo no está en lo que los demás dicen que debe ser bello, está en el reconocimiento que cada uno de nosotros hagamos de todo lo que que se nos ha dado, en el reconocimiento del propio valor independientemente de las condiciones en que vivamos, independientemente de si eres mamá o no. En mi caso, reconozco y agradezco el don de la maternidad que Dios me ha concedido.

Desde ese punto de vista, es cierto... el cuerpo ya no es el mismo.


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